Otoño en Navatejera 🍁 🍄 🍂

En octubre, joven aún la mañana, ya se siente el vientecillo limpio y fresco de la montaña que refresca las mejillas y las manos. La escarcha de la fría madrugada se aferra a todo lo que se encuentra a un palmo del suelo, pero el sol, cada vez más alto, la diluye lentamente y desaparece. Los sotos y ribazos ahora están llenos de moras negras, escaramujos rojos y majolinos tiernos y dulces, y nos recuerdan que el otoño ya está entre nosotros. El campo, increíblemente hermoso, parece querer darnos la bienvenida, la bóveda azul celeste bajo la que corre una leve brisa complementa la mañana dorada.

La luz que se filtra por entre las copas de los chopos de tonalidades marrones, mostaza, amarillos, rojizos y naranjas, muestra un paisaje digno de un cuento de adas.

Junto a los huertos de Navatejera, hay un sendero estrecho, una especie de atajo que serpentea junto al arroyo de la Huerga que lleva a la fuente, gotas de agua brillan en las telarañas tejidas entre las ramas de los rosales silvestres, las zarzas espinosas parecen estirarse cuando paso cerca de ellas para agarrar las mangas de mi camisa de franela. 

Mientras camino por el sendero, escucho el tic-tac de las hojas al caer a través de las ramas revoloteando hasta llegar al suelo como copos de nieve. Unas hojas que se extienden por el sendero tejiendo una alfombra resbaladiza y singular por la que hay que caminar despacio, lo que ayuda a contemplar la majestuosidad del paisaje único en el año y que convierten al campo de Navatejera en un lugar para perderse.

Otoño en Navatejera, con el arcoíris multicolor al fondo. Principios de noviembre.


La Brassica campestris en noviembre. Conocida en Navatejera como "mostaza de campo" o "mostaza brava". Sus hojas verdes son ásperas al tacto, las flores son de color amarillo dispuestas en racimos alargados. Está considerada como mala hierba o maleza perniciosa para el campo, infesta a todos los cultivos de primavera y se extiende a través de los barbechos en grandes poblaciones, sin embargo, es una planta buena para las abejas.


El sendero que serpentea junto al arroyo de la Huerga a la izquierda.

A comienzos del otoño, cuando los insectos desaparecen y la comida empieza a escasear, los arbustos del campo se llenan de suculentos frutos de colores rojizos y violáceos: moras, frambuesas, gayubas, arándanos, escaramujos y otros muchos brotan en el mejor momento, justo cuando las aves necesitan acumular grasa para pasar el largo invierno que se avecina. Pájaros insectívoros y granívoros, están dispuestos a mancharse el pico de morado, las aves migrantes para proseguir el viaje hacia el sur, las sedentarias, las que se quedan aquí, para acumular grasa. Unos prefieren la pulpa del fruto dulce y nutritiva, otros buscan las semillas, auténticos concentrados de energía. Todos salen satisfechos del banquete.

Mientras camino despacio por el sendero, disfrutando del admirable aspecto otoñal del paisaje, una bandada de jilgueros pasa de largo, no es que estos pájaros desdeñen estos frutos, ellos prefieren otro tipo de comida más espinosa, como las semillas de los cardos, a las que tienen acceso en exclusiva gracias a la longitud de sus picos.

Los majolinos o "pan de pastor", finales de septiembre en los campos de Navatejera.

Rosal silvestre y su fruto el "escaramujo", de color rojo anaranjado a finales de septiembre.

El majuelo o "pan de pastor" en los campos de Navatejera a finales de septiembre. Su fruto, los "majolinos", se utilizaban en el pasado como harina para fabricar pan, de ahí el sobrenombre de este arbusto.

La uva del diablo (Solanum dulcamara). Esta planta crece en terrenos húmedos a orillas de arroyos como este de Valdecisneros en Navatejera. El fruto de color rojo es venenoso para el hombre y el ganado, pero no para los pajaros inmunes a su veneno que gustan de comer estas uvas y espaciar así las semillas.



Video: mira al chochín dándose un baño en la charca.

Estamos en los días del veranillo de San Miguel y durante un momento el chochín tiene una ilusión, darse un baño en la charca y cantar con la voz de cualquier mañana de primavera, pero la ilusión dura poco, hay que alimentarse que los días ahora son más cortos, y del canto dulce, limpio y sonoro pasa a un gruñido áspero y corto. En estos días templados que corren, a la espera de un frío que no acaba de llegar, al chochín se le escapan algunas frases de su canto, pero son llamadas tímidas, recortadas, mucho menos adornadas que el explosivo trino de primavera. 

Muchos de estos pajarillos se dirigen ahora hacia el sur, a sus áreas de invernada, con ellos viajan los papamoscas. La discreción del papamoscas con su tenue canto, una especie de silbido agudo, contrasta con el graznido desgarrado de la pega, porque cuando se habla de comida, nunca falta un córvido.

El chochín, campeón de los pesos pluma.

Un carbonero posado sobre la rama escarchada de un majuelo. 

 

Mira este corto video del carbonero alimentándose de larvas. En otoño también se alimenta de frutos silvestres como los majolinos y las moras.

A lo largo del sendero me saludan un par de carboneros que vuelan de árbol en árbol y de rama en rama con un ¡chi-chi-pán! ¡Chi-chi-pán! Más adelante, un mirlo negro escapa al ras del suelo y su grito agitado se pierde entre la vegetación. En algún lugar bajo la hojarasca, un grillo tenaz se anima a ratos rascando sus alas, aunque las estridencias son apagadas, casi imperceptibles para el oído humano, como si le costara encontrar el sonido afinado del verano, sus llamadas resuenan con sordina, sin color. Me detengo un momento a escucharlo. Me imagino al pequeño insecto negro rascando sus agarrotados élitros entre sí sin demasiado éxito, como si estubiera agotando la cuerda que le dieron durante el verano, emitiendo a duras penas una serie de ruidillos difíciles de localizar en el claroscuro del suelo. 

A medida que me acerco a la fuente, volutas de vapor en forma de espiral se deslizan sobre la superficie del arroyo. Un ronroneo confuso se expande por el aire, mientras dos sapos gruñen en el agua. Un macho comienza a arrullar, le sigue otro, y otros muchos después. También se oye el croar de una rana, y no lo hace sola. El termómetro interior de estos animales les debe advertir que queda mucho frío por delante y algunas noches de heladas por superar. Las ráfagas de entusiasmo y el concierto anfíbio son breves y pronto desaparecen, solo se oye el rumoroso chorro de agua que repica al caer sobre la pila.

La Fontanilla mediados de noviembre.

La Fontanilla (la fuente). Principios de octubre.

 Un arrendajo azul muy ruidoso grita desde más allá de la fuente emitiendo un ronco y áspero gruñido, ¡Kraack! Otro responde, ¡Kraack! luego otro y otro, ¡Kaiá-kaiá-kaiá! los gritos se disipan a medida que el rebaño se adentra más en la arboleda. Cerca ya de la fuente, un dulce y suave perfume se eleva de las delicadas flores del clemátide otoñal entremezclados con los aromas de las hierbas alta en el sombrío que aún brillan con el rocío de la mañana. 

Son las doce del mediodía, y aunque el calor asfixiante de las últimas semanas ha disminuido, la sensación de verano todavía está presente, lo suficiente como para arremangarme, quizás por última vez hasta la primavera, o hasta el próximo veranillo de San Martín.


Video: mira como un pardillo macho alimenta a sus polluelos.

Los pardillos que llegaron de la montaña, con el llamativo plumaje color carmín en la frente y en el pecho, ahora se han unido con el resto en bandos numerosos y compactos, y pasan de largo surcando los cielos envueltos en una especie de nebulosa sonora emitiendo un barrullo de reclamos muy agudos, como punzantes alfilerazos sonoros ¡Ti-ti-tirít!... ¡Chií-chie! Quienes hasta hace poco eran feroces defensores de su territorio, se han vuelto gregarios formando grandes grupos, a menudo compuesto por individuos de diferentes especies. 

Por estas fechas, antes de los primeros fríos de verdad, los cárabos se muestran particularmente activos. La llegada de los jóvenes emancipados del año despierta ruidosas rencillas territoriales con las aves adultas establecidas en los pinares, pero la discusión dura poco. Con el silencio restablecido, aparece un nuevo sonido, los pulsos agudos de los murciélagos en vuelo a la caza de la "procesionaria".

Thaumetopoea pityocampa, "La procesonaria del pino", (insecto adulto). Una polilla de hábitos nocturnos para eludir o evitar a sus depredadores, principalmente a las aves diurnas como herrerillos y carboneros.  

Nido de orugas de la "Procesionaria del pino". Navatejera, enero 2024.

Las orugas (larvas) de la Procesionaria, crean bolsas de seda (nidos) en las copas soleadas de los pinos para resguardarse del frio invernal hasta que en primavera descienden al suelo para enterrarse y transformarse en pupas (crisálida) y posteriormente en imago o insecto adulto.

Thaumetopoea pityocampa "La Procesionaria del Pino" (oruga).

La procesionaria es un insecto que desfolia los pinos (provoca la caída se las hojas). Cuando es adulto es una mariposa, una polilla nocturna. Estas orugas crean bolsas que son nidos de seda en las copas soleadas de los pinos y antes de hacerse adutas se desplazan en fila india una detrás de otra (como en procesión), para enterrarse en el suelo y transformarse en pupa (crisálida) y posteriormente en imago (insecto alado), o sea, en mariposa, de ahí su nombre. El motivo de desplazarse unidas en fila india es para resguardar sus cabezas de los depredadores, especialmente de los pájaros ya que estos solamente les interesa comer sus cabezas.

Los defoliadores son insectos que en su fase de oruga o adulto se alimentan de las partes más suaves de las hojas, en el caso de la "procesionaria del pino" de las hojas de los pinos (agujas), dejando solo las partes más duras.

La oruga procesionaria es muy peligrosa tanto para las personas como para los animales, especialmente para los perros, por lo que entre los meses de marzo a junio, deberemos tener especial cuidado al andar por el campo entre pinares. Si las ves no las toques ya que tienen unos pelos largos y blancos que son urticantes, y otros anaranjados y cortos. Los anaranjados están guardados en un repliegue que se abre cuando es molestada, liberando miles de pelillos microscópicos que quedan flotando en el ambiente y pueden clavarse en nuestra piel, y si los respiramos se pueden clavar en el interior de la nariz, de la garganta y de la tráquea, pudiendo provocar irritación, y si los pelos se llegan a romper además liberan aumatopina, una sustancia tóxica y urticante.

La bellota, el fruto del roble y la encina en los montes de Navatejera. Maduran en septiembre y caen al suelo en octubre. Su sabor es dulce y ligeramente amargo.

El castaño en octubre. Su fruto las catañas, es junto con las bellotas de los robles y encinas, el alimento preferido de muchos animales salvajes que viven en el monte como las ardillas o los jabalíes.

Las agallas de roble a mediados de octubre. Las agallas de roble, también conocidas en Navatejera por "gallarones" o "gallaritas", son abultamientos que aparecen en las hojas de los robles provocadas por una pequeña avispa que parasita al roble, "la avispa de las agallas" (Cynips quercusfolii), al poner la hembra adulta en el envés de las hojas o en las yemas en crecimiento de las hojas del roble un huevo entre los meses de febrero y abril, provocando unas estructuras con forma de frutos que va transformando la hoja en una agalla. En verano se forman las agallas y en otoño finaliza el desarrollo de la larva, emergiendo esta entre los meses de diciembre y febrero. Estas agallas de forma esférica son lisas por fuera, con una corteza dura y pequeñas berrugas. Inicialmente son blandas y carnosas de color verde, pero con el tiempo se endurecen y cambian a un color marrón rojizo. En el interior se encuentra una única cámara larval donde se desarrolla la larva alimentándose de un tejido esponjoso amarronado que contiene la agalla. Alguna de estas agallas están perforadas por los pájaros que conocen bien su secreto y saben que en su interior hay una larva de color blanquecio y obviamente se la comen.

Larva de la "avispa de las agallas" dentro de la agalla, mediados de noviembre.

Tierras de labor en octubre.

Un grupo de vacas  se dirige al arroyo que sirve de abrebadero en estos calurosos días del veranillo de San Miguel.

Vacas repastando la hierba verde de los prados de Navatejera, finales de octubre.

En este mes de octubre vuelven a poblarse los prados, las vacas buscan ahora el pasto verde pálido retoñado de las lluvias equinocciales de finales de verano y principios de otoño. Entre tanto ganado mayor, pacen algunas ovejas, las frescas y sustanciosas hierbas, mientras desde lo alto del cerro cercano, se oye un ruido gutural, un sonido tan cortado que parece humano, como el graznido de una corneja, pero no, no es eso, es el canto desigual emitido por la perdiz "guardiana", rek… rek… rek, alertando a sus congéneres del peligro que supone mi presencia tan cerca de ellas.

En estos días apacibles de mediados de octubre, en la ya baja luz del otoño, es tan diáfana la atmósfera que las ondas sonoras que lleva la brisa, repiten toda clase de sonidos desde muy lejos, ya perceptibles y distintos como la campanilla de alguna res, el reclamo de un jilguero o el canto de algún gallo madrugador, ya vagos e indistintos, que no tienen voz y son armoniosos, que suspiran en las hojas de los árboles, que palpitan en las moléculas de luz.

Mientras camino por el mismo sendero ya de regreso a casa, algunos pájaros chismorrean entre la arboleda. Una brisa susurra a las hojas broceadas de los chopos que están marchitas, pero que aún se aferran a las ramas. Entre tanto, mi atención se dirige a las quejas de un zarcero que me regaña con un canto sonoro y áspero, recordándome que estoy invadiendo su terreno mientras desde lo más profundo del zarzal saca de vez en cuando la cabecita para ver mis intenciones.

Un zarcero posado en una rama, ¿o es un mosquitero?

 Escucha el canto del zarcero . Al principio lo hace con timidez, conteniendo el volumen, pero pronto gana confianza y potencia.

Más adelante, un ruido seco entre las hojas caídas atrae mi atención, abajo, un campañol, ¿o es una musaraña? Corretea junto a mis botas de deporte, hasta que desaparece bajo la tupida hojarasca del suelo. Después de un rato caminando, me encuentro con los restos de lo que fue una gran charca, "La charca de las Praderas" reducida ahora a un lodazal, una charca que me retrotrae a tiempos de mi juventud, cuando venía aquí a coger jilgueros a liga para luego venderlos por los pueblos cercanos. 

Casi agachado, espero ilusionado captar alguna señal de vida en esta charca de mi niñez, tal vez una rana o algún renacuajo bajo la superficie del agua que me indique que aún queda vida en este lugar, pero después de un tiempo, ni ranas ni renacuajos, ni movimientos bajo el agua encharcada revelan la presencia de vida animal.

"La charca de las Praderas", la charca de mi niñez reducida a un lodazal.

En otoño todo es colorido en los campos de Navatejera, desde los chopos, los más genuinos representantes de nuestro soto, que cambian sus colores en fragmentos de amarillo y naranja bellamente yuxtapuestos como velas iluminando los caminos, hasta los tonos cobrizos de las hojas de los robles. Para los árboles, ha llegado la hora de la metamorfosis cromática, sus hojas han dejado de producir clorofila y van cediendo el color verde a los ocres, bermejos y cobrizos, formando una variedad de tonalidades capaz de acallar la paleta del mejor pintor. La vegetación muda así su vestimenta regalándonos lienzos naturales de belleza insólita, al tiempo que nos prepara admirablemente para el solemne adagio del invierno.

Pinares centenarios. Ladera Las Huergas de Navatejera.

Pinares centenarios, finales de octubre.

Una encina aislada en una tierra de paja, finales de octubre.

Con las escorrentias producidas por las lluvias de finales del verano y primeras de otoño, el arroyo de la Huerga comienza a ser un arroyo de verdad, al recoger las aguas de los arroyos La Vallina, La Fontanilla, Valdecisneros, Los Siseros y La Pardala. Toda el agua canalizada hacia el río Torío.

Choperas en el Valle de Las Huergas, finales de octubre.

Fila de árboles iluminando los campos de Navatejera, finales de octubre.

Tierras de labor frente al Cementerio Municipal, listas para la próxima campaña.

Aunque el roble y la encina dominan el paisaje, también el chopo y los pinares centenarios tienen su protagonismo en los campos de Navatejera.

Mata de robles a la izquierda, encina a la derecha. Mediados del mes de noviembre.

El campo de Navatejera al romper la atardecica. Mediados de noviembre. Al fondo "Los Pinos del Secretario".

La Sinapis arvensis florece en otoño y tiñe de amarillo el campo de Navatejera. 
Conocida popularmente como "mostaza de campo" o "mostaza silvestre". Es una planta considerada "mala hierba" y es el alimento preferido de algunas orugas. Sus hojas verdes son dentadas y grandes y las pequeñas flores de cuatro pétalos son amarillas. Las semillas se pueden utilizar como las de la mostaza blanca. La "mostaza silvestre" tiene efectos irritantes sobre la piel y provoca una vasodilatación de los capilares cutáneos que ayuda a combatir el reumatismo y los dolores de las articulaciones.

El otoño es una estación en la que se puede disfrutar de las sensaciones que produce el multicolor despliegue de las hojas del roble antes y después de caer al suelo, para integrarse en la tierra que las acoge y formar nuevo suelo aportando nutrientes a todos los organísmos que de ella se alimentan.

Mata de robles con el follaje de otoño. Si hay un árbol que representa el otoño en Navatejera, ese es el roble. Poder pasear por el monte en esta estación, es la oportunidad de vivir un espectáculo cromático sin igual.

El suelo, agotado y reseco por la insolación del estío, con las últimas precipitaciones, ha cambiado su imagen y se ha transformado en un mullido tapiz, no se oyen ni las pisadas al caminar, solo el suave susurro de la brisa quiebra el silencio otoñal, parece ahora un campo lleno de flores saturado de aromas de líquenes y hongos, como si la naturaleza previendo lo que se avecina, nos quisiera agradar con una segunda primavera antes de ponerse el fastuoso vestido de la nostalgia. Es uno de los medios de que dispone para hacernos felices.

Pero si algo huele a otoño en los campos de Navatejera es al elaborado aroma de las setas entre la hojarasca del suelo, un olor enmohecido, como ha oxidado antes de la descomposición. Son esas rechonchas pobladores otoñales de nuestros campos con forma de sombrillas y tamaños diferentes, fascinantes estructuras como si hubieran sido ideadas, dibujadas y construidas por el mismo Gaudí.

A continuación paso a describir algunas de las especies de setas que se pueden encontrar en el campo de Navatejera, principalmente en los pinares y en el monte. Se pueden encontrar otras especies de setas, pero sin interés culinario, y otras muchas que solamente pueden ser identificadas por expertos micólogos.

Suillus luteus, "la babosilla" o boleto anillado"
La "babosilla" o "boleto anillado" es una seta muy común en los pinares de Navatejera. Aflora desde el verano hasta finales de otoño y, aunque no desecha ninguna clase de suelos, porque tanto se puede dar en terrenos básicos como ácidos, sin embargo, depende totalmente de los pinares. Es una seta comestible, aunque de calidad inferior a sus hermanos del género boletus. El nombre de "babosilla" le viene dado por su cutícula o piel del sombrero que es viscosa y recubierta de una capa de mucílago que trasladan a esta seta a un plano inferior, ya que el mucílago es de apariencia mucosa, por lo que la hace indeseable, sin embargo, es una seta realmente excelente. Se muestra generalmente de un color marrón, a veces chocolate. La piel es fácilmente separable del sombrero y es recomendable quitarla y no comérsela porque puede provocar diarreas bastante molestas al ser laxante. El pie presenta un anillo que de joven no es más que el velo que cubre el himen (la parte reproductora de la seta, la esponja) de color amarillo pálido como el pie. Su carne se puede decir que es de un color blanco amarillento y de poca consistencia.

La piel del sombrero de la "babosilla" es fácilmente separable, presenta a veces tonalidades chocolate casi de color negro como esta "babosilla" de la fotografía.

El himen (la esponja o parte reproductora), es de un color amarillo pálido, como el pie.

La carne de la "babosilla" es de un color blanco amarillento y de consistencia endeble.


Tricholoma sulphureum, conocida en Navatejera como "seta azufre".
Es una seta tóxica, aunque no mortal, propia de pinares silvestres. La piel del sombrero es lisa de color amarillo azufrado con una zona central pardusca. Las láminas bajo el sombrero están espaciadas y son bastante gruesas de color amarillo azufre. El pie, también del mismo color que el sombrero, es cilíndrico, fibroso y curvado, de hasta 10 cm de largo, presentando unas peculiares estrias verticales. La carne es fibrosa, densa y de color amarilla-verdosa, su fuerte olor a gas, desaconseja su recolección y consumo.

Las láminas de la Tricholoma salphureum son bastante gruesas y espaciadas, de color amarillo azufre.



Volvariella speciosa, conocida como "seta de las praderas".
Esta seta de sombrero grande y pie esbelto sin anillo, se caracteriza por nacer entre la hierba húmeda de praderas. El sombrero es viscoso de color blanco o gris brillante y láminas de color salmón. El pie es esbelto, liso y sin collar, de color blanco grisaceo. La "seta de las praderas" es comestible de calidad media, su carne blanquecina es de consistencia endeble y olor desagradable. Florece en otoño en zonas abiertas como prados, rastrojeras, cunetas, escombreras, etc.

Las láminas de la Volvariella speciosa son finas y de un marcado color salmón.


Paxillus involutus
La Paxillus involutus es una seta tóxica. La forma del sombrero es curvada cuando es joven y cuando madura toma la forma de un embudo. El color del sombrero es pardusco de hasta 10 cm de ancho, y la piel o cutícula es suave y lisa, pegajosa si está húmeda. Las láminas son de color crema-amarillento de jóvenes, evolucionando a un color ocre-pardusco. El pie es robusto, corto y curvado y de color similar al sombrero. Su carne tóxica es compacta y dura de color blanco-amarillento, ataca los globulos rojos de la sangre cuando se consume con frecuencia, por lo que no se recomienda  su ingesta. Florece en otoño en pinares silvestres de Navatejera.

La Paxillus involutus suele crecer en grupo con otras de su misma especie. No confundir con los níscalos.

La carne de la Paxillus involutus es tóxica, compacta y dura, de color blanco-amarillo.


Agrocybe aegerita, "seta de chopo"
La "seta de chopo" es una seta comestible excelente, con una carne compacta y dura de color blanco, y un olor agradable y sabor igualmente bueno, sobre todo de joven. Sus características hacen que sea apropiada para hacer pures y fritadas, incluso con verduras. Crece formando grupos en troncos de chopos de los que parasita. Parece ser que esta seta se habría cultivado en tiempos de los romanos. La cutícula o piel del sombrero, frecuentemente agrietada, es de color marrón oscuro en los ejemplares jóvenes, y marrón claro hasta color canela a medida que envejece. Las láminas apretadas bajo el sombrero son de color gris pálido y con el tiempo se vuelven de color marrón ocre por la caída de las esporas. El pie es largo y fibroso de color blanco a ocre claro, con un anillo bastante ancho en la parte superior que con el tiempo se va rompiendo.


Lactarius deliciosus, el "níscalo". Mediados de diciembre en un pinar de Navatejera.

Lactarius deliciosus.
El "níscalo" es una seta comestible, muy común en los pinares de Navatejera y muy apreciada gastronomicamente (no confundirla con Lactarius torminosus que es tóxica y tiene el sombrero lanudo blanco y pie también blanco). El níscalo Aflora desde finales de verano hasta finales de otoño. El sombrero de color naranja-zanahoria con forma de copa, es relativamente fácil de distenguir entre la hojarasca del suelo, aunque se ve modificado por circulos concéntricos de tonos rojizos que la mimetizan con el entorno. De joven el sombrero se encuentra enrrollado por los bordes y conforme envejece se aplana para evolucionar en forma de embudo como se puede apreciar en la fotografía. El pie es ahuecado y corto, más o menos cilíndrico y estrecho en la base, es de color del sombrero, pero más pálido, con algunos hoyitos superficiales. Las láminas son del mismo color quel sombrero, apretadas y finas. Su carne es densa y compacta, de olor afrutado y de grato sabor, con un color blanquecino hacia el centro. Al corte desprende un latex de color naranja. El "níscalo" se oxida rápidamente después de recolectarlo o cuando envejece, adquiriendo entonces un color verdoso.

Para la recolección del "níscalo" se suele utilizar navaja con la que se corta el tallo. También es necesario usar una cesta de mimbre o similar porque no está permitido usar bolsas de plástico ya que las esporas no caerían al suelo y se podrían extinguir.

El pie del "níscalo" es ahuecado y corto como se puede apreciar en la fotografía, y las láminas son del mismo color que el sombrero, apretadas y finas.

El níscalo al cortarlo desprende un latex de color naranja casi rojo.

La carne del "níscalo es densa y compacta con un color blanquecino hacia el centro. A menudo es consumida asada, guisada, y escabechada, o también como complemento de guisos.



Lepista inversa, conocida por aquí como "cabeza inclinada". Aparecen en otoño entre tomillares y claros del monte de Navatejera, generalmente en grupos más o menos apiñados, a veces en círculos. Estas setas, comestibles para algunos, es rechazada por otros porque encuentran su carne demasiado persistente y ligeramente amarga. El sombrero de estas setas es de tamaño pequeño a mediano. La superficie del sombrero, la piel o cutícula, es de coloración pardo-rojizo más o menos intenso y muy frágil, pudiéndose separar fácilmente del sombrero. Las láminas delgadas y apretadas son blanquecinas, pero enrojecen con el tiempo. El pie es corto, recio y tiene un tono similar al de las láminas. La carne es escasa blancuzca de sabor insípida, debe frirse al ajillo o mezclarse con otras especies.


Omphalotus olearius, "la seta de olivo". Los brillantes y llamativos colores de este hongo delatan a primera vista su toxicidad. Es un hongo venenoso que habita a los pies de los olivos y otros árboles. En Navatejera se le encuentra en las cepas de los robles y encinas, y aflora entre las estaciones de verano y otoño.


Laccaria laccata, "La engañadora". Es un hongo pequeño y comestible, aunque de calidad mediana. La piel del sombrero (cutícula), es de un vistoso color naranja de joven, cambiando a un pardo-anaranjado de adulto. Las láminas, también de color naranja, están espaciadas y el pie del mismo color, es fibroso y curvado. Esta seta florece durante todo el año (si el clima acompaña) en pinares, incluso en el monte de robles y encinas, entre aulagas y tomillares. Se recomienda para cocinarla desechar el pie y usar solamente el sombrero.

Al madurar la "engañadora", la superficie del sombrero luce manchas de un color más oscuro al tono anaranjado de la seta de joven.

Laccaria laccata con sus láminas espaciadas color naranja y el pie del mismo color.


Pero si existe un tipo de seta que despierte el interés general, ese probablemente sea el boletus, muy conocido tanto por los aficionados a la micología, como por amantes de la gastronomía otoñal. La principal forma de identificar un boletus es la ausencia de láminas bajo el sombrero, en lugar de láminas, como el níscalo Lactarius deliciosus o la seta de cardo Pleurotus eryngii, los boletus tienen una superficie porosa similar a una esponja denominado himenio. El himen está formado por tubos llamados poros, es el órgano reproductor de la seta. Además, son setas carnosas y blandas al tacto, con forma generalmente de paraguas.
Las cuatro especies de boletos más buscados y mejor valorados en Navatejera denominados "los cuatro magníficos" son : Boletus Aereus, B. Edulis, B. Pinícola y B. Reticulatus (Aestívalis).
La esponja de estos boletus es de color blanca cuando son jóvenes, amarillenta en edad intermedia y verde oliva cuando ya son viejos. Si la esponja es blanca se puede comer, si es amarilla es mejor retirarla y esparcirla por el suelo. Al recolectar estas especies de boletus hay que asegurarse de que no tengan gusanos, para ello habrá que hacer cortes en el pie de la seta y mirar si tiene galerias o pequeños agujeros por donde sube el gusano, lo mismo que hacemos cuando pelamos una patata que ha sido atacada por algún gusano, pero no sabemos hasta donde ha llegado.


Boletus aereus, "boleto negro", con sombrero marrón tirando a negruzco y pie en forma de botijo.


Boletus edulis, "seta calabaza". Una de las características visuales de este boletus, es la arista blanca que recorre toda la margen del sombrero. 


Boletus edulis, "seta calabaza" (viejo).

Boletus edulis, conocido como "seta calabaza", es el de mayor prestigio culinario dentro del género boletus y el más común de todos debido a que brota en gran cantidad de hábitats diferentes. Destaca por su carne blanquecina y sombrero viscoso de color canela a marrón pardo, aunque de viejo tire a un color más claro. El color del sombrero depende en gran medida de donde aflore la seta, si en pinares o en el monte de robles y encinas entre jaras y tomillares, y también si es joven o adulta. El robusto pie es de color crema blanquecino de joven, que con el tiempo se vuelve amarillo verdoso, con un entramado de mallas fibrosas con forma de red. El Boletus edulis es una seta comestible muy apreciado en muchas cocinas, crece asociado a plantas y árboles como el roble, la encina, o el pino silvestre, y especialmente se le encuentra junto a especies como el brezo o las aulagas. Suele aparecer desde finales de verano hasta finales de otoño después de días seguidos de lluvia. Existen otros boletus comestibles como el Boletus aestívalis de sombrero color pardo con finas escamas, o el Boletus aereus con sombrero de color pardo oscuro tirando a chocolate, y hay otros boletus que no tienen ningún valor gastronómico como el Boletus fragans, B. calupus, B. pulverulentus y B. luridus. Hay otras dos especies que son tóxicas aunque no mortales: el Boletus satanas y el Boletus rhodoxanthus que se caracterizan por tener un tono rojo muy llamativo.

Boletus aereus, "boleto negro" (viejo).
También conocido como "hongo negro", es por algunos aficionados el mejor valorado gastronómicamente de los cuatro "fantásticos". Brota desde finales de primavera y durante el verano hasta principios de otoño, siempre que haya un nivel adecuado de humedad. Al Boletus aereus le gusta el calor y una ubicación bien soleada. Como todos los boletus necesita agua y esta especie en particular necesita tormentas de verano para comenzar a brotar. Aguanta mejor la sequía que otros boletus ya que es una seta de verano. Destaca su presencia en el monte de robles y encinas de Navatejera, en claros bien visibles y a pleno sol, frecuentemente junto a otros ejemplares de la misma especie. El sombrero presenta una cutícula seca y aterciopelada con tonos de color marrón chocolate a negro. El pie es de color ocre algo anaranjado con una piel fina de color claro. La carne es blanca y densa de sabor agradable.

Boletus aereus (viejo). 
El Boletus aereus destaca por su sombrero grande de hasta 20 cm de ancho, de color pardo oscuro tirando a chocolate, en ocasiones casi negro, y de tacto arterciopelado. Florece desde finales de primavera hasta el otoño. Es principalmente una seta de verano, aunque debido al cambio climático pude prolongar su floración hasta bien entrado el otoño por el llamado "efecto invernadero", temperaturas cada vez más altas.


Boletus pinícola (pinophilus).
También conocido como "seta de pino". Es el boleto de primavera por excelencia, brota desde primavera a finales de otoño. En algunos lugares es muy abundante en primavera, en otros es más abundante en otoño. Como todos los boletos necesita lluvia abundante y temperaturas  de entre 15 y 25 grados, y las mínimas de no menos de 7 grados. Crece principalmente bajo los pinos viejos y silvestres, aunque también se le puede encontrar en el monte alrededor o bajo matas de robles y encinas. El sombrero presenta un color caoba a pardo rojizo. El pie es grueso, ventrudo hacia la base y muy panzudo. La carne es blanca, densa y espesa, con un olor perfumado y sabor agradable, muy parecido al Boletus edulis.



Boletus reticulatus (aestivalis)
Conocido como "boleto estival o de verano". Es un boleto que le gusta la calor, de ahí que su temporada alta sea en pleno verano con temperaturas veraniegas. El sombrero presenta una cutícula seca y aterciopelada que tiende a agrietarse con tiempo seco, es de color marrón pardo o avellanado y puede llegar a los 40 cetímetros de ancho. El pie presenta una retícula bien marcada, bulbosa y prominente, de ahí también su otro nombre. La carne es blanca, gruesa y firme, con un olor agradable. Brota desde finales de la primavera hasta finales del verano o principios de otoño. Crece principalmente bajo las matas de robles o alrededores, también se le puede ver bajo pinos silvestres y encinas.

Boletus bovinus
Es uno de los boletos de menor tamaño, conocido como "boleto bovino". La piel del sombrero (cutícula), es de tono tostado y difícil de retirar. Aunque el "boleto bovino" es cometible, no puede considerarse gastronómicamente tan bueno como el B. edulis, especialmente por la poca consistencia de su carne.

La superficie porosa bajo el sombrero del Boletus bovinus, similar a una esponja, tiene un tono amarillo verdoso de adulto.

Hygrocybe protensis, también conocida como "Higróforo de los prados". Es una seta comestible aunque muy escasa. La piel del sombrero es lisa de color entre beige y anaranjado albaricoque. El pie es liso de color blanquecino con anillo. Crece en prados y claros del monte así como en terrenos baldíos salpicados de cardos y tomillos. Esta seta aflora desde el verano hasta finales de otoño.


Paxillus es un género de hongo mayoritariamente tóxico como la Paxillus involutus. Estas setas cuando maduran toman la forma de peonza con el borde del sombrero afilado y de color pardusco, suave al tacto y pegajosa si está húmeda, el pie es liso y de color algo más claro que el sombrero. En los campos de Navatejera suele aparecer en pinares y terrenos sombrios desde finales de verano hasta finales de otoño.

Todas las especies de setas del genero Agrocybe carecen de interés gastronómico.

Agrocybe elatella, "la paludosa". Esta seta carece de valor gastronómico y además tiene el peligro de confundirla con otras especies tóxicas parecidas. Crece en primavera y otoño en zonas herbosas, claros del monte y en terrenos con mucha materia orgánica y humedad. El sombrero en forma de copa es de color pardo y las láminas de color arcilloso. El pie es largo y fino de unos 12 centímetros, y la carne es blanquecina de sabor amargo.


Agaricus campestris, también conocido como "champiñon de prado" o "seta campesina". Es un hongo comestible con un sombrero sedoso de color blanco. El pie es corto, grueso y cilíndrico, de color blanco con anillo superior blanquecino. Las láminas son de color rosa-carne, ennegreciéndose con la edad. Su hábitat principal son los prados y pastizales, la época de aparición se produce en primavera hasta final del otoño, (no confundirla  con las mortales Amanitas blancas). La Agariscus campestris se cocina en multiples preparaciones, incluso cruda en ensaladas o como guarnición de revueltos y guisos. Se recomienda evitar ejemplares adultos con láminas oscuras. Desechar así mismo las que afloran en cunetas, junto a carreteras y linderos de caminos, o en prados cultivados con abono artificial, pesticidas o herbicidas.


Marasmius oreades. Conocida en esta tierra como "la senderina" o "senderuela". Crece en primavera y otoño en forma de corros o formando hileras en prados y pastizales de Navatejera. Estas setas son comestibles excente de sabor intenso y agradable, siempre y cuando recolectemos únicamente los sombreros y desechemos el pie. La carne es blanquecina de olor a almendras y de sabor dulce.  La característica prácticamente única de resistir el pie de esta seta a la torsión sin romperse, la diferencia de las tóxicas de su mismo género o sin valor culinario como la Marasmius collinus, por lo que se recomienda conocer bien la especie antes de ser consumida o consultar con algún experto en caso de duda. Esta seta no es muy carnosa, pero tiene buen sabor, excelente para mezclar en las sopas de ajo, en revueltos por ejemplo de tortillas, o como aromatizante de sopas y guisos. También se puede secar y una vez seca se muele consiguiendo un condimento buenísimo.



Con las Amanitas hay que tener mucho cuidado, no solo por sus posibles confusiones, sino por sus componentes tóxicos volátiles. No se deben comer nunca crudas y las comestibles que son pocas, como la Amanita caesaria, deben cocinarse bien. Se recomienda su recolección solamente por aficionados experimentados.

Amanita rubescens (joven).

Amanita rubescens, también conocida como "amanita rojiza". Es una seta comestible con precauciones, caracterizada por poseer un sombrero globoso cuando es joven, que evoluciona a plano de color rojizo. Cuando es maduro posee numerosos restos del velo de la volva de color blanco rosaceo. La cutícula o piel del sombrero es bastante variable en tonalidades, desde el rojo al crema rosado y es fácil de separar. Las láminas numerosas y libres, son de color blanco. El pie es cilíndrico, de color blanquecino rosado, con anillo y volva en su parte inferior. La carne es blanca que cambia a tonos rosados al corte. En Navatejera se la puede encontrar en los pinares silvestres y brezales desde el verano hasta diciembre. Se diferencia de la Amanita pantherina (muy venenosa), en que ésta siempre tiene el pie y las láminas de color blanco y el vorde del sombrero con estrias, y la Amanita rubescens no tiene estrias en el vorde del sombrero y el color del pie es blanco rosado. Esta seta debe de cocinarse a más de 70º, y solamente el sombrero después de haberle quitado la cutícula o piel. Es una seta excelente en revueltos.

Vista del pie y las láminas de color blanco de la Amanita rubescens.


Amanita muscaria, la "matamoscas".

La Amanita muscaria, también conocida en Navatejera como " la matamoscas". La "matamoscas" delata su toxicidad por el color rojo anaranjado de su sombrero. Es un hongo muy popular, en dosis muy altas tiene un gran efecto neurotóxico que puede inducir fácilmente al coma. En los campos de Navatejera se encuentra principalmente en los pinares. El sombrero es de color escarlata con puntos blancos cuando es adulto, y el pie es blanco con aro.

Amanita muscaria o falsa oronja con el sombrero anaranjado y puntos blancos por la edad. Otros nombres que puede recibir esta seta son agárico pintado y oronja pintada.



Macrolepiota procera, "La Parasol". Es un hongo bastante popular y conocido en los campos de Navatejera por su gran tamaño, además de por su calidad gastronómica. El sombero de esta seta es de "ala ancha" en forma de sombrilla y de coloración marrón pálido, el pie es de color marrón con anillo. Comienza a verse en verano hasta finales de otoño en prados, junto a caminos y linderos, en claros del monte y terrenos baldíos. Es una seta muy apreciada grastronómicamente por su sabor, aunque no se debe confundir con otras de su misma especie como la Lepiota de aspecto similar y muy venenosa.

La Macrolepiota procera es una seta ideal para cocinarla empanada, esto es: cortarla en cuatro trozos, empaparlos en leche, rebozarlos en arina y huevo, freirlos a fuego lento. Desechar el fibroso pie de la seta. También se puede consumir a la plancha y como guarnición de carnes rojas. Se recomienda por los expertos cocinarla cuando el sombrero alcance un diámetro de diez centímetros o más.
 


Amanita phalloides, conocida en Navatejera como "la seta de la muerte". Es una especie de seta venenosa muy parecida a otras setas que son comestibles, por lo que se han dado casos de envenenamiento accidental. La Amanita phalloides produce efectos dañinos en los riñones y el hígado y es la responsable de la mayoría de los casos mortales de intoxicación por setas. La piel del sombrero presenta una coloración verde oliva fácil de quitar. La carne blanca es densa y tierna, con un ligero olor a pétalos de rosas. El pie de color blanco presenta en la parte superior un anillo caído, semejante a una falda que rodea el pie, y en la parte inferior una volva protuberante con forma de saco.

Vista de la falda rasgada que rodea el pie de la Amanita phalloides. (Su pronunciación es Amanita faloide).

La carne de la Amanita phalloides es blanca, densa y tierna, pero muy venenosa.

Ejemplar joven de la Amanita phalloides. No confundirla con la Agariscus campestris u otras parecidas.


Russula xerampelina, también conocida como "la seta de olor a marisco". Es una seta comestible, aunque de calidad mediana. Aflora en otoño, principalmente en los pinares, aunque también se la puede ver en el monte de robles y encinas entre tomillares y aulagas. El sombrero suele presentar varias tonalidades, desde el rojo púrpura al carmín y, a veces ocre. La piel es lisa, viscosa y ligeramente separable cerca del borde. Las láminas algo espaciadas son blancas cuando la seta es joven, tornando ocre al envejecer. El pie es macizo de color rojo-rosa sobre fondo blanco. La carne es compacta y dulce de color blanco y desprende un aroma a marisco cocido, que se hace más patente conforme la seta envejece. Es una especie de seta bastante común en los pinares de Navatejera, aparece en otoño y crece tanto en forma solitaria como en grupo.

El pie de la Russula xerampelina es macizo, de color rojo-rosa sobre un fondo blanco, y presenta finas rugosidades longitudinales.

Las láminas de la Rossula xerampelina están algo espaciadas y son de color blanco cuando la seta es joven como la de la fotografía.

Hydrocybe miniata, comúnmente conocida como "cera bermellón". Se trata de una de las setas más pequeñas que podemos encontrar en el campo de Navatejera, es además, una de las setas más vivamente coloreadas de rojo intenso cuando es joven, y rojo-anaranjado tras envejecer. Florece en otoño de forma solitaria o en grupo, a veces unidas entre si por las raices formando racimos de tres o más setas. El color de la piel del sombrero es naranja-escarlata y no suele pasar de los tres centímetros de diámetro. Las láminas son anaranjadas ampliamente espaciadas. El pie es alto, cilíndrico y frágil, de color rojo y amarillento en la base. La carne es de color naranja y carece de interés culinario.


Xerocomus badius, conocido generalmente como Boletus badius.

Esta seta es conocida con el nombre común de "boleto bayo" que significa "marrón bonito". Es una seta muy común en el campo de Navatejera. Florece desde el verano hasta finales de otoño, en ausencia de heladas se les puede ver en diciembre y enero. Esta seta no tiene preferencia por ningún tipo de suelo, pudiéndose encontrar tanto en el monte de robles y encinas, entre tomillares y jaras, como en los pinares silvestres. Es una seta comestible, aunque de calidad inferior al Boletus edulis. Su gran viscosidad (pegajosa), sobre todo con tiempo lluvioso, hace difícil la confusión con otras setas de su misma familia, especialmente con los Boletus edulis o Boletus aereus. El "boleto bayo" es una seta que se camufla muy bien entre la hojarasca del suelo, tomillos y aulagas del monte, y suele pasar desapercibida si no se tiene experiencia en su recolección, aunque el gran tamaño que puede alcanzar, unos 12 cm de ancho, unido a que generalmente aflora en grupos compactos de tres o cuatro indibiduos, la delatan fácilmente. Al recolectar esta seta, hay que retirar la piel pringosa (cutícula) del sombrero, y ya en casa, cocinarla a conciencia. Es una seta laxante (facilita la evacuación del vientre), ideal para sopas y cremas, también guisadas con patatas y arroz va bien. El sombrero de la "babosilla es de color marrón y la piel viscosa se puede eliminar fácilmente.

El Boletus badius florece solo o en grupos de tres o más indivíduos, bien camuflados entre aulagas y tomillares del monte.

La esponja del Boletus badius es blanca en su fase inicial y parduscos como se puede apreciar en la fotografía cuando la seta envejece. El pie es robusto pero  con el tiempo se vuelve endeble y poco consistente.

La carne del "boleto bayo" es de un color blanco grisaceo, de olor afrutado y sabor muy poco definido.


Pleurotus eryngii, también conocida como "seta de cardo".
Es muy apreciada en la cocina como entrante, salteada con verduras o a la plancha. El sombrero de entre 6 y 12 cm tiene formas irregulares con el borde siempre enrrollado hacia dentro. La piel del sombrero es de color amarronado-grisaceo con manchas. Las láminas muy apretadas son de color blanco-crema. El pie es corto, cilíndrico y macizo, de color blanquecino. La carne es blanca, de olor y sabor poco definidos, pero agradables. ¡Ojo! No confundirla con ejemplares de la Clitocybes blancas que son tóxicas. Esta seta aflora en campos abiertos, praderas, barbechos o zonas planas deforestadas. Simbiotiza con las raices del cardo corredor o borriquero (Eryngium campestre).


¿Como actuar ante una intosicación por setas?

-Debemos de acudir de inmediato al centro médico más próximo, en nuestro caso al Hospital de León para poder tratarlo adecuadamente.

¿Como se puede prevenir la intoxicación por setas? 

-No comer especies mezcladas ni setas crudas o poco cocinadas.
-No ingerir más de 250 g de setas a la semana.
-Las setas en grandes cantidades, aunque sean comestibles, son bastante indigestas.
-Estar seguro de que las setas que vamos a cocinar sean comestibles, en última instancia preguntar a un especialista si no estamos seguros.

Muchos de mis amigos nunca han experimentado la paz y la tranquilidad que se encuentra caminando a lo largo de un sendero. La anticipación al escuchar el sonido del agua de un arroyo, o el olor a resina que se desplaza desde el cercano pinar, o como la neblina matutina rueda sobre la superficie del valle, ni por supuesto experimentaran nunca el fascinante mundo de la naturaleza.

De regreso a casa, las criaturas del campo siguen sus vidas secretas sin preocuparse por el sonido de mis pasos. El campo se queda en silencio envuelto en las sombras negras de los árboles, tan solo turba la serena tardecita algunas hojas que de vez en cuando caen al suelo, provocándole una dulce sonrisa de amistad.


Video: Mira como el zarcero se baña en la charca, parece que tiene un poco de miedo al agua, ¿tu qué crees?

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