Las agallas del rosal silvestre (Rosa canina).

 

Rosal silvestre (Rosa canina) en invierno, con algunas agallas colgando de las ramas desnudas del rosal. Navatejera, febrero 2024.

Agalla del rosal silvestre. Un día soleado de invierno en el campo de Navatejera. Los pinos del pueblo al fondo. Febrero 2024.

Voy a contaros una pequeña historia. Resulta que este invierno, paseando por el campo de Navatejera, intentando como en otras ocasiones eludir los ruidos que nos perturban a diario, buscando la relajación fuera de ese mundanal ruido, observo un herrerillo, un pequeño pájaro vistoso y muy sociable comiendo precisamente en una de estas agallas. Yo me dije, ¿qué demonios estará comiendo este pequeño herrerillo en esa cosa tan extraña que parece una bola de musgo?

Pues veréis, mis dudas se resolvieron nada más abrir una de estas agallas. En su interior había varias larvas o gusanos de color blanquecino que los herrerillos buscaban con frecuencia y entusiasmo. El rosal que yo estaba mirando se podía ver multitud de agallas colgando de las ramas desnudas del arbusto, unos cuerpos extraños como estropajos viejos y sucios, una especie de estructuras tumorales que en primavera se muestran con filamentos rojos y verdes, y que posteriormente en otoño-invierno, cuando empiezan a caer las hojas del rosal se vuelven amarronados y se asemejan a estropajos inutilizables totalmente sucios. El fin último de este cambio es camuflarse de los depredadores, principalmente de los pájaros, ya que al quedar el rosal sin hojas en otoño, estas agallas quedan al descubierto y, por tanto, fácil de localizar para los depredadores, aunque a decir verdad, este camuflaje de poco les sirve con los herrerillos que como quedó demostrado son pájaros muy listos.

Agalla del rosal silvestre con los filamentos rojos y verdes en primavera.

Estas agallas son estructuras tumorales producidas por la propia planta para defenderse del intruso parasitario, una avispa muy pequeña que en primavera deposita sus huevos en las yemas tiernas de las hojas de estos arbustos. El rosal reacciona a este extraño invasor, tratando de aislar la masa de huevos, proporcionando un refugio seguro contra los pájaros y otros depredadores, y posteriormente para las larvas que eclosionarán al cabo de una semana, comenzando de inmediato a alimentarse del tejido de las yemas de las hojas del rosal.

Lo que hace la planta en definitiva no es otra cosa que mediante estas agallas envolver y encapsular cada una de las larvas para darlas cobijo durante el frío invierno, prevenirlas de los depredadores, e incluso alimentarlas. Estas estructuras tumorales están formadas en su interior por cápsulas o departamentos independientes que contienen cada uno una larva.

Una vez abierta la agalla, se puede ver las larvas encapsuladas individualmente en diferentes departamentos. Navatejera, febrero 2024. 

Otra agalla abierta por la mitad con sus larvas al descubierto. Febrero 2024.

Agalla del rosal silvestre con apariencia de bola de musgo viejo, un perfecto camuflaje para los depredadores. Los pinos del pueblo de Navatejera al fondo. Febrero 2024.

Una vez finalizada la fase larval, el insecto se prepara para la siguiente fase de pupa (crisálida), para luego transformarse en insecto alado mediante un proceso muy complejo. Finalizada esta fase de pupa (crisálida), la avispa perfora con sus mandíbulas la madera que la envuelve y sale al exterior ya como insecto adulto, o sea, como avispa acta para reproducirse mediante el apareamiento y puesta de los huevos en primavera, aunque tiene muy difícil buscar pareja, ya que según los naturalistas, por cada cien hembras hay un solo macho.

Los insectos adultos comienzan a emerger de las agallas viejas a finales de mayo, y puede continuar la emergencia hasta el mes de agosto. Hay una sola generación por año.

La avispa hembra parasitaria del rosal silvestre, “Rhodites rosae”. Una pequeña avispa de no más de cinco milímetros de largo, con la cabeza, el tórax y las antenas de color negro, el abdomen y las patas de color amarillo rojizo, con dos alas transparentes ahumadas. El macho es de color negro y algo más pequeño.

 

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