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“El balcón rebelde”. |
En la calle Gerardo Diego, al doblar la esquina,
vive un balcón que parece una selva vecina.
No hay leones, ni monos, ni un loro gritón,
pero sí, mil flores con jeta de campeón.
Las surfinias, chillonas, se asoman al mundo,
como si fueran reinas de un reino rotundo.
“¡Eh tú, peatón! ¡Mira qué melena!
Más que flores, parecemos la escena de una novela.”
El vecino de abajo, ya no ve la tele,
las flores le tapan hasta los papeles.
Y el del segundo, murmurando: “¡Qué horterada!”
Mientras envidia en secreto la jungla colgada.
Dicen que en verano hay tráfico lento,
la gente se para, ¡selfis al momento!
Hasta un gato intentó, cuál audaz trapecista,
subirse al balcón… y ahora es florista.
Y aunque el presidente de la comunidad
propuso podarlas por pura maldad,
las flores firmaron con gran indignación:
“¡Ni tijeras, ni poda, ni una hoja al montón!”
Así vive el balcón, con orgullo y descaro,
más florido que un desfile en pleno carnaval raro.
Y si alguna vez pasas por esa fachada,
¡no mires arriba… o acabarás enamorada!
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