"Lirios de otoño".

 El campo esconde secretos maravillosos que solamente aquellos dispuestos a aventurarse en la naturaleza pueden describir. Entre estos tesoros se encuentra una flor única y hermosa llamada «Quitameriendas», más conocida en Navatejera por “Lirios de otoño”, que en esta época adornan los campos de manera espectacular con su flor color violeta (rosa-lila).

La “Quitameriendas”, más conocida en Navatejera como “Lirio de otoño”.

Según avanza el mes de septiembre y las tardes se hacen más cortas, empiezan a brotar en nuestro campo una preciosa flor sin hojas ni tallo en forma de campanilla con seis pétalos color violeta, son los “Lirios de otoño”, más conocidos en el resto del país con el nombre popular de “Quitameriendas”. El origen de este curioso nombre se debe, según nuestros mayores, a que, antiguamente, los pastores y trabajadores del campo se regían por la luz del sol e incluían la comida del mediodía y la merienda en la jornada laboral. Así, según se iban haciendo las tardes más cortas, la jornada laboral también se acortaba y se tendía a eliminar una de las dos comidas, generalmente la merienda, de esta manera solo se incluía en el salario la comida del mediodía.

El “Lirio de otoño” o “Azafrán silvestre”, que también se la conoce con ese nombre, es una planta mala y buena a la vez. Mala porque toda ella es veneno. El ganado no la quiere, los pastores la maldicen y las abejas la evitan. En los prados donde tiene su hábitat preferido quita pasto y quita vida. Mala también porque florece cuando los días se acortan y las labores del campo se recogen antes. Pero también es buena, aunque cueste admitirlo. Buena porque es de las primeras en cicatrizar la tierra calcinada tras un incendio, vistiéndola de un color rosa lila donde antes solo había cenizas. Buena porque en los días cortos de septiembre y octubre abre su copa a los insectos polinizadores que aún buscan néctar. Buena porque recuerda que la naturaleza se defiende con sus propios trucos; cuando todo parece muerto, ella florece. Así son los “Lirios de otoño”: un aviso y un consuelo, un veneno y un bálsamo, un calendario que nos dice que ahora la luz se apaga antes, pero que todavía queda belleza en los prados oscuros.

Es, pues, en estos días de finales del verano y durante el otoño cuando tenemos el privilegio de disfrutar de la presencia de esta bonita florecilla, teniendo en cuenta que en esta época empieza a ser difícil ver otras flores en nuestro campo. Es por ello que su presencia nos alegra tanto a los senderistas y amantes de la naturaleza. Su aparición es un regalo efímero, ya que florece en su máximo esplendor a finales del verano hasta mediados de otoño, proporcionando en algunos lugares un contraste asombroso con el entorno.

Encontrar “Lirios de otoño” en su hábitat natural es una experiencia única. Esta flor prospera en nuestra Vega de Navatejera. Se la puede ver formando corros en “Los Mancebos”, en algunos prados entre la Presa de San Isidro y la Presa Vieja y en la “Vegazana”, también en terrenos baldíos y lindes de caminos, pero en menor cantidad. 

Los senderistas que se aventuren en esta época del año, se verán recompensados con la visión de esta hermosa flor formando corros más o menos grandes. Su belleza efímera, crea un ambiente mágico que te dejará con recuerdos inolvidables. 

¡Anímate a realizar rutas de senderismo este otoño y disfruta de la visión de esta flor silvestre y de la espectacular transformación del campo!


El final del verano. 🌧🍃


Primeros soplos de aire fresco.

 Hay un momento, un breve instante justo al final del verano, en el que el aire parece contener el aliento para contarnos que los días estivales están llegando a su fin. Es un momento fugaz, apenas perceptible, que se siente en la piel. Un momento en el que sabemos que los días lluviosos amenazan con envolvernos de nuevo entre viejas memorias y nuevas nostalgias. Un momento en que la brisa fresca del atardecer nos susurra que nos esperan meses de recogimiento. Momentos en el que la vida parece dormirse en algún recóndito lugar para dejar paso a una retahíla infinita de tonos grises y fríos que nos encogen por dentro. Nuestro resplandeciente astro dorado se desvanece lentamente, sutilmente, llevándose con él algo de nosotros, como ese sentimiento de libertad que nos dan las horas extras de sol.

El final del verano, pues, es un duelo silencioso, sin lágrimas ni crueles despedidas, pero ahí está cuando recoges todo tu mundo veraniego en el fondo del armario, cuando te das cuenta de que cada vez los días son más cortos y las sombras más largas. Cuando el silencio comienza a inundarlo todo con su pesado manto. Cuando las terrazas se vacían, las risas se apagan y el buen humor se extingue. Cuando las vacaciones se acaban, dejando paso a las prisas, la ansiedad y el estrés. Porque el verano amigo lector, es mucho más que una bonita estación, es un modo de vida diferente al de otras estaciones del año. Es exprimir al límite cada momento, es atreverte a hacer cosas que nunca habías pensado hacer, a visitar lugares que nunca habías pensado visitar. Es vivir a tope, soñar al máximo, reír como nunca, disfrutar cada día de cada emoción, de cada espectáculo que la naturaleza nos ofrece…

El campo de Navatejera. Septiembre 2025.

Cierra los ojos y respira hondo. La brisa ya no es tan cálida ni los colores del campo son los mismos. Es la primera señal de la despedida, es el verano comenzando a desplegar sus alas para alcanzar el vuelo mientras te susurra al oído que no lo olvides, que guardes todos los buenos momentos que te regaló dentro de ti hasta el próximo año que volváis a encontraros, que recuerdes las risas, el calor y los colores de la naturaleza. Que guardes en tu memoria todas esas promesas que hiciste bajo la sombra protectora de algún árbol, para que el invierno, ese que ya se intuye en la lontananza, sea un poco más llevadero, porque el verano amigo lector no muere, solo se duerme esperando un nuevo renacer esperando ese día en que todo comience a despertar nuevamente.

Solo me queda despedirme de ti y decirte con algo de añoranza, hasta pronto querido verano, hasta que volvamos a abrazarnos de nuevo. Te echaré de menos cada día; echaré de menos tus largos y luminosos días, los calmados paseos al atardecer por el campo, el calor de tu sol sobre mi piel, la alegría que parece iluminar los rostros de la gente, el frescor de la hierba bajo mis pies, la fragancia de las flores, la explosión de colores y la intensa vegetación que inunda el campo. Echaré de menos las verdes hojas de los árboles, tu cielo azul inmenso, tu luz, tu color, tu magia, tu alegría… Echaré de menos todo lo que eres, todo lo que me has permitido vivir en el trascurso de tu efímero paso por mi vida.

Campo de Navatejera. Final del verano, septiembre 2025.

 


Los beneficios del campo para la salud.

La Fontanilla de Navatejera. Un lugar para descansar después de un paseo por el campo.

 En agosto, el sol parece detenerse en el cielo para contemplarnos y la naturaleza se convierte en un refugio, un espejo que refleja quienes somos realmente, más allá de la ciudad, del ruido y de las prisas. En estos días cálidos de verano, cuando el aire huele a flores silvestres, tenemos la oportunidad de reconectar, de dejar que la vida fluya a través de nosotros como fluye el agua que sale de la fuente.

Hay algo sanador cuando sales al campo y el sol del atardecer acaricia tu rostro como un amigo al que no has visto en mucho tiempo. Hay algo sanador en tumbarte en un prado mirando las nubes deslizarse perezosas, mientras el zumbido de un insecto cercano te recuerda que la vida, en su simplicidad, es un milagro. Hay algo renovador sentarse junto a una fuente de agua clara y dejar que tus recuerdos fluyan como el agua que sale de ella. Hay algo beneficioso en estas experiencias tan propias del verano y que no encontramos en los meses fríos, cuando todo lo que nos rodea se recoge en sí mismo.

Vivimos en una sociedad que nos aleja cada vez más de lo esencial, que nos enreda en pantallas y horarios, en listas interminables de tareas, en agobios y prisas. Pero cuando caminamos por un sendero, cuando observamos cómo la brisa mece las flores silvestres que inundan de colores el campo, o cuando contemplamos el vuelo de un ave rapaz surcando los cielos, algo en nosotros se aquieta. La naturaleza nos enseña a pausar, a escuchar, a observar, a sentir… Nos recuerda que no necesitamos correr para llegar a ninguna parte, porque ya estamos en el único lugar que importa.

Un paseo por el campo en verano.

La naturaleza, en su inmensa bondad, tiene el poder de sanar. Cuando nos sentimos tristes, agotados o perdidos, ella nos acoge sin preguntarnos quién somos ni de donde venimos. Un paseo por el campo puede calmar la ansiedad que no conseguimos dejar en la ciudad. El sonido del viento entre los árboles puede disolver la tristeza que se aferra al pecho. El simple acto de observar una flor que cambia cada día, nos recuerda que la vida siempre encuentra la manera de seguir adelante.

Esta medicina que nos proporciona el campo no se vende en las farmacias, sin embargo, está al alcance de todos. Basta con sentarnos a la sombra de un árbol y dejar que el mundo natural nos envuelva. Disfruta, como yo de estos momentos, de estos regalos que el campo nos ofrece, si es posible antes de que la naturaleza guarde silencio durante el frío invierno.

Este verano y sobre todo el próximo otoño, te invito a salir, a que conozcas “La Fontanilla” de Navatejera, por ejemplo. No hace falta un plan perfecto, solo abre la puerta de tu casa, respira hondo y déjate llevar. Tal vez sea solo un paseo al amanecer, con el canto de los pájaros como único compañero. Tal vez sea un paseo al atardecer, para luego sentarse en el banco a los pies de la fuente y dejar que las nubes te cuenten historias, o si lo prefieres dejarte llevar por una buena lectura.

La naturaleza está ahí, esperándote con los brazos abiertos. Y en su abrazo encontrarás la paz, encontrarás un pedazo de ti que tal vez habías olvidado.

Hermosa vista desde el banco de “La Fontanilla” de Navatejera.


Paseos de verano por el campo de Navatejera. 🌞

Un paseo por el campo de Navatejera en verano es como una caricia que te hace sentir vivo. Es un lienzo vibrante, pintado de intensos y brillantes colores que despiertan el alma: el dorado del sol que se derrama al atardecer sobre los campos de cereales, el azul profundo del cielo al mediodía, los colores vibrantes de las plantas que bailan al compás del viento…

Cada fragancia, cada roce de calor, constituye una invitación a visitar el campo, a sumergir los pies en la hierba fresca del prado bajo la sombra de un árbol, a cerrar los ojos y permitir que el mundo se desplace a través de los sentidos: a percibir el aroma de las plantas, el canto de los pájaros, ese coro incesante que vibra en el aire, libre y salvaje, a respirar el aire puro y fresco de la montaña… 

Respira hondo, deja que esos olores y otros muchos se aferren en el ahora, deja que te recuerden, que tu corazón aún palpita, que este instante es tuyo y de nadie más.

Flores silvestres. Navatejera, verano 2025.

 
El campo de Navatejera en verano, tiene un perfume que no se olvida tan fácilmente, una fragancia que se cuela en lo más profundo de la memoria y allí se queda aguardando como un tesoro para cuando los días se tornen fríos y oscuros. Ese aroma de los pinos, mezclado con la fragancia del tomillo y el romero, es un recordatorio de que la vida del campo, en su esencia, es fluir, es cambio constante.

El calor del verano no es solo una sensación, es un compañero que se posa sobre los hombros como una manta ligera de algodón, te envuelve y te ralentiza, a veces pesa algo, sí, pero también enseña. Ese calor te pide pausa, te susurra, que no corras, que descanses, que refresques tu garganta con el agua clara de la fuente, que mires el cielo, tan azul que parece infinito, tan vasto que disuelve las preocupaciones en su inmensidad. Mira las flores silvestres que se alzan valientes bajo el sol abrasador, como si dijeran: “aquí estamos, brillando a pesar de todo”. Ese calor, esa luz, son un espejo de nuestra propia resiliencia. Cuando sientas que el invierno te enfría el alma, recuerda ese calor, esa chispa que llevas dentro, y deja que te abrigue.

La fuente de agua clara.

Estas pequeñas cosas, tan simples, pero profundas, son un refugio donde las preocupaciones se diluyen y solo queda la certeza de que estás vivo, respirando, sintiendo… Prueba a dar un paseo por el campo en verano, nada pierdes, pero todo cambia si dejas que resuenen en lo más profundo de tu ser. Así que vive esta hermosa estación con los ojos bien abiertos y el corazón dispuesto para sentirlo todo. Deja que el azul del cielo te envuelva, que los colores de las plantas te fascinen, que los olores te llenen. Toca la corteza rugosa de un pino centenario, siente su historia bajo tus dedos, y cuando el frío llegue, cuando los días se acorten, recuerda esos paseos de verano.

La centenera, bajo la inmensidad de un cielo azul celeste. Navatejera, verano 2025.

¡A cantar en nuestra Fiesta Patronal, que Navatejera florece también con versos! 🎤 🎶


¡Ay Navatejera mía!…


Navatejera en flor 🌹




(CORO) 🎶  

¡Ay Navatejera mía,
rincón del alma leonesa!
Donde el sol besa la piedra
y el aire huele a nobleza.
¡Bailaz, mozos, que la tierra
se alegra con la promesa!

(SOLISTA) 🎤

En mi calle hay alegría,
en tus balcones, canciones,
y en cada paso del pueblo
resuenan viejos timones.

Tu campana no da horas,
da recuerdos y aguardiente,
y en la plaza, cuando bailas,
hasta el viento va de frente.

(CORO) 🎶

¡Ay Navatejera mía,
orgullo de los leones!
Donde el vino se comparte
y se encienden los corazones.
¡tocad gaitas y tambor,
que despierten los rincones!

(SOLISTA) 🎤

Las mozas llevan pañuelo,
los mozos, buen corazón,
y en la misa y en la jota
se vive con devoción.

Que no hay pueblo más valiente,
más florido ni sincero,
¡que viva Navatejera,
mi tesoro verdadero!

 (CORO Y SOLISTA) 🎶🎤

¡Ay Navatejera hermosa,
bandera del alma mía!
Que sí me alejo algún día,
¡que el alma se me partía!
¡Por ti bailo y por ti canto,
con jota, con alegría! 💃 🕺

¡Y que viva la fiesta! 🥁 🎷 😂

"¡Buen pan hay!, ¡buen pan hay!"...


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Pas— pa- llás, pas— pa- llás…

Un paseo por el campo de Navatejera en julio para ver animales es casi como un recorrido a ciegas. Con el oído percibimos la presencia de las aves, los anfibios y los insectos, pero todos ellos, y no digamos los conejos y las liebres, tienen una frustrante resistencia a dejarse ver, y eso es precisamente lo que sucede durante los primeros días de julio, vemos el paisaje y escuchamos la actividad de la fauna, pero nada más.

Los campos de centeno y trigo, el monte de hayas y robles, y los pinos centenarios, suenan al caer de una tarde de verano. En el suelo, entre los tallos espigados del cereal, entre las gramíneas, no se ve a nadie, pero por ahí ajea alguna perdiz, rebullen los grillos, las abejas y los saltamontes. En las copas de los árboles, ahora frondosos, cantan invisibles abubillas, trigueros y currucas, entre otra gente emplumada.

Hacia poniente, la luz de la tarde es rojiza y cálida, tanto que los pinos parecen teñidos de rojo y las nubes, a contraluz, parecen tintadas. Pero si giramos la vista hacia el este, los colores del cielo son azules, fríos; como fría es la luz de la luna que asoma tras las montañas. Sin embargo, a medida que se apaga la luz, el paisaje sonoro recibe un nuevo impulso. Un cuco señala que es la hora del cambio de guardia, justo cuando los mochuelos llaman desde lo más profundo del pinar y los grillos redoblan sus esfuerzos por hacerse oír.

Entretanto, ocultas entre las hierbas altas de los regatos y en las centeneras, tanto a la luz caliente del sol de la tarde como bajo el halo de la luna, las codornices, las poquísimas que aún llegan para anidar en estas tierras, anuncian la buena cosecha de este año con su triple nota melódica— ¡buen pan hay!, ¡buen pan hay!, parecen querer decir—. Aquí y allá, indiferentes a los insecticidas que exterminan su comida o las máquinas cosechadoras que en unos días les segarán su mundo oculto. Las codornices cantan desde el centeno, “¡buen pan hay!” … 


“¡Buen pan hay!, ¡buen pan hay!” …

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 La hora del cambio 

El cuco señala la hora del cambio de guardia.