Las cigüeñas atareadas en la búsqueda de alimentos para sus hambrientos pollos. |
En la vega de Navatejera situada entre las presas de San Isidro y la Presa Vieja, los prados son los que mandan. Antes de seguir te diré que las vegas han sido zonas tradicionalmente muy utilizadas por el hombre para sus actividades agrarias y ganaderas, esto no es casual, ya que estas vegas albergan terrenos muy ricos en nutrientes. Ahora comprenderás por qué la cultura popular conocedora de esta riqueza ha construido un entramado de sebes hechas a base de zarzas, mimbreras y sauces, que además de su utilidad para delimitar la propiedad, sirven también para dar cobijo a muchas colonias de pájaros y pequeños mamíferos, y hasta frutos silvestres como los majolinos o las moras.
Este entremallado de sebes que la destreza de la mano del hombre iba perfeccionando con años de podas sucesivas, van paulatinamente desapareciendo por el deshuso, lo que queda son los últimos reductos de lo que un día fue un pequeño bosque, cumpliendo su función con un destacado papel ecológico y económico, protegiendo los prados del viento y de las inundaciones, aportando alimento para el ganado y leña para el hogar, así como pequeños frutos silvestres para la confección de mermeladas y jaleas.
La sabiduría de la vida rural supo conjugar en tiempos de escasez multitud de pequeñas actividades para complementar la economía familiar y garantizar la supervivencia.
Mayo ha llegado, es primavera en la vega de Navatejera, y aunque este año ha llovido poco, las flores siempre están presentes para alegrarnos la vista. Al verde intenso de la hierba de los prados se une el policromado de infinitas corolas; la pimpinela de fino tallo y pétalos color violeta, el amarillo de las liras o “flor maya”, la pequeña flor blanca de los anises, el azul púrpura de la alverja, la flor de cuclillo con su corola en forma de estrella y pétalos de color rosa pálido.
La flor de cuclillo con su corola en forma de estrella y pétalos de color rosa pálido. Por lo general suele formar corros de flores juntas y ofrece a las abejas abundante néctar. |
Este entremallado de sebes va paulatinamente desapareciendo por el abandono de sus propietarios. |
Paleras centenarias que aún resisten el paso del tiempo en los prados de Navatejera. |
Al verde intenso de la hierba de los prados se une el policromado de infinitas corolas. |
El afortunado visitante de esta vega de Navatejera tiene ante sí la posibilidad de observar la comunidad faunística asociada a estos prados. La calma, la soledad y el silencio que en determinadas horas del día reina en estos prados, proporciona al visitante el ambiente adecuado para concederse el placer de recrear la vista y el oído. Sí, caminamos con sigilo, podremos observar a la silenciosa y sociable cigüeña cruzando el prado, avanzando con paso ceremonioso en busca de algún anfibio con que alimentar a sus hambrientos pollos, o de algún desperdicio humano con que reparar el nido, tal vez un poco sucia por su reciente baño en la charca, o en alguno de los innumerables regueros que hay por aquí. La gente de Navatejera la respeta con religiosidad, la cigüeña es un habitante más del pueblo y, aunque suele dejarnos al final del verano, siempre contamos con ella por San Blas.
También podremos contemplar, si hay un poco de suerte, al policromado abejaruco por los alrededores de la Presa Vieja, incansable cazador de insectos alados, a la discreta polla de agua atareada en la construcción de su nido flotante, al inconfundible herrerillo de librea azul y amarilla con babero oscuro, fino collar y boina azul, a la abubilla posada en la cerca de algún prado con su penacho de plumas eréctil.
El principal concierto pajaril audible lo proporciona el silbido de la oropéndola, visitante estival de esta vega, la flauta del ruiseñor, la estrofa explosiva del ruiseñor bastardo y el relincho del pájaro carpintero.
Multitud de pequeños pajarillos frecuentan estos prados; herrerillos, zarceros, mosquiteros, carboneros, petirrojos, jilgueros, verdecillos, verderones… todos fácilmente identificables que con sus movimientos rápidos y acrobáticos en primavera, buscan una horquilla entre las ramas de los árboles y sebes para hacer sus nidos de raicillas, musgos y líquenes entonando largos trinos y gorjeos interminables, una constante y variada melodía antiestrés, natural y ecológica.
El espectáculo no puede ser más hermoso, los pájaros cantan y danzan para nosotros, y todo favorecido por el grano y los frutos silvestres que encuentran en los prados, así como por la comunidad de insectos y otros pequeños invertebrados que garantizan los ciclos de vida de estos diminutos pajarillos.
El ruiseñor con su discreto plumaje, pero con un potente canto. |
Escucha el canto del ruiseñor con su inconfundible melodía aquí.
Entre la maraña de mimbres y zarzas, encuentran cobijo y alimento multitud de pequeños mamíferos como los topillos campesinos, ratones, lagartos, musarañas, lirones… especializados en su caza están las comadrejas, los gatos caseros y los zorros. Caracoles, babosas, arañas, y un largo etcétera, contribuyen lo que los técnicos medioambientales denominan «cadena trófica», y que aquí se manifiestan de una manera muy especial.
Posdata
Este entramado de fincas y prados que por desgracia van paulatinamente desapareciendo por el abandono de sus propietarios, son de un enorme atractivo paisajístico y de un incalculable valor ecológico y cultural. Asociada a esta riqueza biológica se encuentra un interesante patrimonio cultural que refleja una forma ancestral de trabajo y de relación con el entorno, como por ejemplo el sistema de riego que en muchos casos remonta sus orígenes a estructuras agrarias medievales promovidas en sus orígenes por los monasterios que iniciaron la repoblación de estas tierras tras la reconquista.
En este enlace de Google Maps podrás ver más fotografías de la vega de Navatejera y como llegar.
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