El níscalo

El níscalo en un pinar de Navatejera. Diciembre 2025.

De entre las múltiples especies de setas comestibles que podemos encontrar en el campo de Navatejera destacan tres: el níscalo, los boletus y la seta de cardo. Hoy vamos a hablar del níscalo, una seta comestible y fácil de identificar, muy común en los pinares de Navatejera y muy apreciada gastronómicamente hablando.

El níscalo aflora desde finales del verano hasta finales de otoño. El sombrero de color naranja-zanahoria, con forma de copa, es relativamente fácil de distinguir entre la hojarasca del suelo, aunque a veces se disfrace de círculos concéntricos de tonos rojizos que le mimetizan con el entorno. De joven, el sombrero del níscalo se encuentra enrollado por los bordes y conforme envejece se aplana para evolucionar en forma de embudo.

Vista inferior del níscalo y el pie ahuecado.

El pie del níscalo es ahuecado, como se puede apreciar en la fotografía, más o menos cilíndrico y estrecho en la base, es del mismo color del sombrero, pero algo más pálido con algunos hoyitos superficiales. Las láminas apretadas y finas son del mismo color que el sombrero. Su carne es densa y compacta, de olor afrutado y de grato sabor, (aunque ami las setas nunca me han gustado demasiado), con un color blanquecino hacia el centro. A menudo se consume asado, guisada o escabechada, y también como complementos de guisos. Sus proteínas son escasas pero de alta calidad, y su contenido en fibra favorece el tránsito intestinal.

El níscalo se oxida rápidamente después de recolectado o cuando envejece, adquiriendo entonces un tono verdoso. Para la recolección del níscalo se suele utilizar navaja con la que cortar el tallo. También es necesario usar una cesta de mimbre o similar, nunca depositarlos en una bolsa de plástico, pues aparte de estar prohibido, las esporas no caerían en el suelo y se podrían llegar extinguir. 

La tonalidad verdosa no es muy agradable para la vista, pero no afecta a su gusto ni a su ingesta. Son un indicador de oxidación y suele aparecer pasados unos días de su recolección o cuando por alguna circunstancia han sufrido algún golpe.

La carne del níscalo es de color blanquecino, densa y compacta

El níscalo al recolectarlo desprende un látex de color naranja casi rojo.


ALGUNOS CONSEJOS:

¿CÓMO SE PUEDE PREVENIR LA INTOXICACIÓN POR SETAS?

—No comer especies mezcladas ni setas crudas o poco cocinadas.
— No ingerir más de 250 gramos de setas a la semana.
—Las setas en grandes cantidades, aunque sean comestibles, son bastante indigestas.
—Estar seguro de que las setas que vamos a cocinar sean comestibles, en última instancia preguntar a un especialista si no estamos seguros.
—Es importante evitar LOS FALSOS NÍSCALOS que son tóxicos y pueden causar vómitos y diarrea. Además, se recomienda no dar setas a los niños pequeños, personas mayores o embarazadas debido a los riesgos de intoxicación y deshidratación.

OTROS CONSEJOS:

—Para lavar los níscalos o cualquier otro tipo de setas es recomendable no sumergirlos bajo el grifo o dejarlos en remojo porque absorben demasiada agua, lo que les quita sabor y textura. Lo mejor es limpiarlos con un cepillo suave o un trapo de cocina ligeramente húmedo para retirar la tierra suelta. En caso de que estén muy sucios, se puede hacer un enjuague rápido bajo el chorro de agua fría, asegurándose de secarlos muy bien inmediatamente después.

¿COMO ACTUAR ANTE UNA INTOXICACIÓN POR SETAS?

—Debemos de acudir inmediatamente al centro médico más próximo, en nuestro caso al Hospital de León, para poder tratarlo adecuadamente.

¡Buen provecho!


El torvisco en otoño

 

El torvisco, más conocido en Navatejera como “matagallinas”.
El torvisco, más conocido como “matagallinas”, es un arbusto que puede alcanzar los dos metros de altura, aunque aquí en Navatejera raramente sobrepasa del metro. Es una planta muy ramificada, con ramas largas y hojas con forma de punta de espada, todas dirigidas hacia arriba.

En el campo de Navatejera se le puede ver en los bordes de caminos y cunetas, entre aulagas y tomillos, y también en claros del monte. Desarrolla unas flores blancas al final del verano y durante el otoño, muy aromáticas pero irritantes.

Su fruto, como se puede apreciar en la fotografía, son pequeñas bayas carnosas, redondas y de color rojo anaranjado. Toda la planta es tóxica, su efecto purgante de la corteza y de las hojas es considerado venenoso, ya que puede producir ampollas en la piel tras un prolongado contacto con ella, sobre todo en niños pequeños. Los animales la ignoran y las aves creo que también, al menos yo no he visto ningún pájaro alimentarse de este fruto.

Antiguamente, después de varios días al sol, se hacían cuerdas con la corteza del tallo por su flexibilidad y resistencia, con lo que se lograba hacer nudos muy finos. También se empleaba para labores de cestería, las ramas se empleaban para atar los haces de hierba, así como para otras labores del campo. Igualmente, se utilizaba como insecticida natural para los gallineros en manojos colgados del techo para mantener a las gallinas y pollos a salvo de piojos.

Otra curiosidad de este pequeño arbusto es que sus ramas se empleaban como medio de pesca cuando los ríos y arroyos bajaban escasos de agua, sobre todo con el estiaje del verano. Su resina tóxica es tan potente, que deja el agua sin oxígeno en poco tiempo, un elemento fundamental para la supervivencia de los peces, por lo que echando algunos manojos de ramas, el agua se queda sin oxígeno. Al cavo de un par de horas solo hay que ir recogiendo los peces panza arriba y meterlos en la cesta. Esta forma de pescar se conoce como “entorviscar, y antiguamente se usaba mucho en los pueblos ribereños, donde a penas existía guardería, ya que este método de pesca estaba prohibido como lo está hoy día. También se empleaban las raíces con la misma finalidad; envenenar el agua.  

El torvisco en otoño con su fruto color rojo. Navatejera, noviembre 2025.
Otra de las curiosidades del torvisco es que sus hojas se utilizaban para teñir la lana y la seda de color amarillo. 
¿Que cosas más curiosas tienen algunas plantas, verdad? Así es la naturaleza, un mundo lleno de sorpresas.

Un apunte más: a excepción del fruto del majuelo (los majolinos) y el escaramujo del rosal silvestre, la mayoría de las plantas de campo con frutos redondos y de color rojo como el agracejo o la uva del diablo son tóxicos, por lo que si no conoces bien la planta, no debes manipularla ni llevarla a tu casa. Esta sugerencia es válida también para algunas flores y setas. 

Viejos amigos, viejos caminos


Tres amigos y un paseo por los viejos caminos.

Después de mucho tiempo sin juntarnos, por fin coincidimos los tres de siempre, los amigos de toda la vida, compañeros de caza y de mil historias.

Ya no somos los jóvenes de antes, aquellos muchachos que corrían tras las perdices con las escopetas al hombro y el corazón lleno de ilusiones, eso está claro, pero seguimos con las mismas ganas de reírnos, de hablar de todo un poco, de recordar viejas historias. 

Hoy el tiempo ha dejado su huella en cada uno: uno acaba de pasar por el taller y dice que ahora se encuentra mejor, que es capaz de seguir a un bando de perdices; otro, viudo, presume con razón de sus dos nietos que le tienen loco de contento, sobre todo del nieto que tiene toda la pinta de ser otro buen cazador; y yo, soltero por vocación, afronto mis achaques propios de la edad con humor, porque al final la vida —como la caza —se disfruta mejor con buena compañía.
Qué fotografía tan entrañable. Espero veros juntos muchos años más.

Amigos de la infancia. ¿Recuerdas cuando íbamos a nidos? “Ja, ja, ja”

Otra fotografía entrañable para el recuerdo.

Hoy martes catorce de octubre, nos dimos juntos un paseo por el campo de Navatejera, nuestro campo de toda la vida, sin prisas, respirando el aire limpio, recordando días memorables de caza: los perros, los almuerzos al sol y las carcajadas. Hoy no éramos tres cazadores, sino tres amigos agradecidos de seguir juntos, respirando el mismo aire y recorriendo los mismos caminos que tantas veces nos vio crecer y hacernos mayores.

Ya no corremos tras las perdices, pero seguimos persiguiendo los buenos momentos. Y hoy, sin duda, fue uno de ellos.

Qué tiempos, aquellos, ¡verdad! Y que bien lo pasamos juntos.

Un pequeño descanso en uno de los lugares más hermosos del campo de Navatejera, La Fontanilla. Al fondo limpiando la fuente de las hojas caídas propias de esta época otoñal.


¡Vaya pareja!

Hasta pronto. 😂😂😂

Refrescando las resecas gargantas después de una tarde de paseo por el campo de Navatejera. 

Recogiendo los desperdicios del mirador de Isidro.


El Agracejo.

El Agracejo, también conocido en Navatejera como “bonete de cura”.

El agracejo es una pequeña planta, bueno, más que una pequeña planta, podríamos decir que es un pequeño árbol que puede alcanzar los tres metros de altura. En Navatejera crece en claros del monte, en linderos y cunetas con buen drenaje. El fruto es una cápsula carnosa de color rosado que se vuelve roja al madurar. Se agrupa en racimos, con cuatro gajos que son los que contienen las semillas. Toda la planta es tóxica. El fruto contiene cafeína, pero no por ello son comestibles.

Antiguamente, con el fruto seco y pulverizado, se usaba como insecticida contra los ácaros y los piojos. El fruto aparece en otoño, en el mes de octubre, hasta bien entrado el invierno, una época en que las semillas junto con la pulpa del fruto son comidas por los pájaros que las dispersan para su propagación.

Toda la planta es venenosa para los seres humanos, también para los animales como las ovejas y cabras que la evitan. 

El fruto del agracejo en octubre.
 

"Lirios de otoño".

 El campo esconde secretos maravillosos que solamente aquellos dispuestos a aventurarse en la naturaleza pueden describir. Entre estos tesoros se encuentra una flor única y hermosa llamada «Quitameriendas», más conocida en Navatejera por “Lirios de otoño”, que en esta época adornan los campos de manera espectacular con su flor color violeta (rosa-lila).

La “Quitameriendas”, más conocida en Navatejera como “Lirio de otoño”.

Según avanza el mes de septiembre y las tardes se hacen más cortas, empiezan a brotar en nuestro campo una preciosa flor sin hojas ni tallo en forma de campanilla con seis pétalos color violeta, son los “Lirios de otoño”, más conocidos en el resto del país con el nombre popular de “Quitameriendas”. El origen de este curioso nombre se debe, según nuestros mayores, a que, antiguamente, los pastores y trabajadores del campo se regían por la luz del sol e incluían la comida del mediodía y la merienda en la jornada laboral. Así, según se iban haciendo las tardes más cortas, la jornada laboral también se acortaba y se tendía a eliminar una de las dos comidas, generalmente la merienda, de esta manera solo se incluía en el salario la comida del mediodía.

El “Lirio de otoño” o “Azafrán silvestre”, que también se la conoce con ese nombre, es una planta mala y buena a la vez. Mala porque toda ella es veneno. El ganado no la quiere, los pastores la maldicen y las abejas la evitan. En los prados donde tiene su hábitat preferido quita pasto y quita vida. Mala también porque florece cuando los días se acortan y las labores del campo se recogen antes. Pero también es buena, aunque cueste admitirlo. Buena porque es de las primeras en cicatrizar la tierra calcinada tras un incendio, vistiéndola de un color rosa lila donde antes solo había cenizas. Buena porque en los días cortos de septiembre y octubre abre su copa a los insectos polinizadores que aún buscan néctar. Buena porque recuerda que la naturaleza se defiende con sus propios trucos; cuando todo parece muerto, ella florece. Así son los “Lirios de otoño”: un aviso y un consuelo, un veneno y un bálsamo, un calendario que nos dice que ahora la luz se apaga antes, pero que todavía queda belleza en los prados oscuros.

Es, pues, en estos días de finales del verano y durante el otoño cuando tenemos el privilegio de disfrutar de la presencia de esta bonita florecilla, teniendo en cuenta que en esta época empieza a ser difícil ver otras flores en nuestro campo. Es por ello que su presencia nos alegra tanto a los senderistas y amantes de la naturaleza. Su aparición es un regalo efímero, ya que florece en su máximo esplendor a finales del verano hasta mediados de otoño, proporcionando en algunos lugares un contraste asombroso con el entorno.

Encontrar “Lirios de otoño” en su hábitat natural es una experiencia única. Esta flor prospera en nuestra Vega de Navatejera. Se la puede ver formando corros en “Los Mancebos”, en algunos prados entre la Presa de San Isidro y la Presa Vieja y en la “Vegazana”, también en terrenos baldíos y lindes de caminos, pero en menor cantidad. 


Lirios de otoño en Navatejera. 

Los senderistas que se aventuren en esta época del año, se verán recompensados con la visión de esta hermosa flor formando corros más o menos grandes. Su belleza efímera, crea un ambiente mágico que te dejará con recuerdos inolvidables. 

¡Anímate a realizar rutas de senderismo este otoño y disfruta de la visión de esta flor silvestre y de la espectacular transformación del campo!

Lirios de otoño

El final del verano. 🌧🍃


Primeros soplos de aire fresco.

 Hay un momento, un breve instante justo al final del verano, en el que el aire parece contener el aliento para contarnos que los días estivales están llegando a su fin. Es un momento fugaz, apenas perceptible, que se siente en la piel. Un momento en el que sabemos que los días lluviosos amenazan con envolvernos de nuevo entre viejas memorias y nuevas nostalgias. Un momento en que la brisa fresca del atardecer nos susurra que nos esperan meses de recogimiento. Momentos en el que la vida parece dormirse en algún recóndito lugar para dejar paso a una retahíla infinita de tonos grises y fríos que nos encogen por dentro. Nuestro resplandeciente astro dorado se desvanece lentamente, sutilmente, llevándose con él algo de nosotros, como ese sentimiento de libertad que nos dan las horas extras de sol.

El final del verano, pues, es un duelo silencioso, sin lágrimas ni crueles despedidas, pero ahí está cuando recoges todo tu mundo veraniego en el fondo del armario, cuando te das cuenta de que cada vez los días son más cortos y las sombras más largas. Cuando el silencio comienza a inundarlo todo con su pesado manto. Cuando las terrazas se vacían, las risas se apagan y el buen humor se extingue. Cuando las vacaciones se acaban, dejando paso a las prisas, la ansiedad y el estrés. Porque el verano amigo lector, es mucho más que una bonita estación, es un modo de vida diferente al de otras estaciones del año. Es exprimir al límite cada momento, es atreverte a hacer cosas que nunca habías pensado hacer, a visitar lugares que nunca habías pensado visitar. Es vivir a tope, soñar al máximo, reír como nunca, disfrutar cada día de cada emoción, de cada espectáculo que la naturaleza nos ofrece…

El campo de Navatejera. Septiembre 2025.

Cierra los ojos y respira hondo. La brisa ya no es tan cálida ni los colores del campo son los mismos. Es la primera señal de la despedida, es el verano comenzando a desplegar sus alas para alcanzar el vuelo mientras te susurra al oído que no lo olvides, que guardes todos los buenos momentos que te regaló dentro de ti hasta el próximo año que volváis a encontraros, que recuerdes las risas, el calor y los colores de la naturaleza. Que guardes en tu memoria todas esas promesas que hiciste bajo la sombra protectora de algún árbol, para que el invierno, ese que ya se intuye en la lontananza, sea un poco más llevadero, porque el verano amigo lector no muere, solo se duerme esperando un nuevo renacer esperando ese día en que todo comience a despertar nuevamente.

Solo me queda despedirme de ti y decirte con algo de añoranza, hasta pronto querido verano, hasta que volvamos a abrazarnos de nuevo. Te echaré de menos cada día; echaré de menos tus largos y luminosos días, los calmados paseos al atardecer por el campo, el calor de tu sol sobre mi piel, la alegría que parece iluminar los rostros de la gente, el frescor de la hierba bajo mis pies, la fragancia de las flores, la explosión de colores y la intensa vegetación que inunda el campo. Echaré de menos las verdes hojas de los árboles, tu cielo azul inmenso, tu luz, tu color, tu magia, tu alegría… Echaré de menos todo lo que eres, todo lo que me has permitido vivir en el trascurso de tu efímero paso por mi vida.

Campo de Navatejera. Final del verano, septiembre 2025.

 


Los beneficios del campo para la salud.

La Fontanilla de Navatejera. Un lugar para descansar después de un paseo por el campo.

 En agosto, el sol parece detenerse en el cielo para contemplarnos y la naturaleza se convierte en un refugio, un espejo que refleja quienes somos realmente, más allá de la ciudad, del ruido y de las prisas. En estos días cálidos de verano, cuando el aire huele a flores silvestres, tenemos la oportunidad de reconectar, de dejar que la vida fluya a través de nosotros como fluye el agua que sale de la fuente.

Hay algo sanador cuando sales al campo y el sol del atardecer acaricia tu rostro como un amigo al que no has visto en mucho tiempo. Hay algo sanador en tumbarte en un prado mirando las nubes deslizarse perezosas, mientras el zumbido de un insecto cercano te recuerda que la vida, en su simplicidad, es un milagro. Hay algo renovador sentarse junto a una fuente de agua clara y dejar que tus recuerdos fluyan como el agua que sale de ella. Hay algo beneficioso en estas experiencias tan propias del verano y que no encontramos en los meses fríos, cuando todo lo que nos rodea se recoge en sí mismo.

Vivimos en una sociedad que nos aleja cada vez más de lo esencial, que nos enreda en pantallas y horarios, en listas interminables de tareas, en agobios y prisas. Pero cuando caminamos por un sendero, cuando observamos cómo la brisa mece las flores silvestres que inundan de colores el campo, o cuando contemplamos el vuelo de un ave rapaz surcando los cielos, algo en nosotros se aquieta. La naturaleza nos enseña a pausar, a escuchar, a observar, a sentir… Nos recuerda que no necesitamos correr para llegar a ninguna parte, porque ya estamos en el único lugar que importa.

Un paseo por el campo en verano.

La naturaleza, en su inmensa bondad, tiene el poder de sanar. Cuando nos sentimos tristes, agotados o perdidos, ella nos acoge sin preguntarnos quién somos ni de donde venimos. Un paseo por el campo puede calmar la ansiedad que no conseguimos dejar en la ciudad. El sonido del viento entre los árboles puede disolver la tristeza que se aferra al pecho. El simple acto de observar una flor que cambia cada día, nos recuerda que la vida siempre encuentra la manera de seguir adelante.

Esta medicina que nos proporciona el campo no se vende en las farmacias, sin embargo, está al alcance de todos. Basta con sentarnos a la sombra de un árbol y dejar que el mundo natural nos envuelva. Disfruta, como yo de estos momentos, de estos regalos que el campo nos ofrece, si es posible antes de que la naturaleza guarde silencio durante el frío invierno.

Este verano y sobre todo el próximo otoño, te invito a salir, a que conozcas “La Fontanilla” de Navatejera, por ejemplo. No hace falta un plan perfecto, solo abre la puerta de tu casa, respira hondo y déjate llevar. Tal vez sea solo un paseo al amanecer, con el canto de los pájaros como único compañero. Tal vez sea un paseo al atardecer, para luego sentarse en el banco a los pies de la fuente y dejar que las nubes te cuenten historias, o si lo prefieres dejarte llevar por una buena lectura.

La naturaleza está ahí, esperándote con los brazos abiertos. Y en su abrazo encontrarás la paz, encontrarás un pedazo de ti que tal vez habías olvidado.

Hermosa vista desde el banco de “La Fontanilla” de Navatejera.


Paseos de verano por el campo de Navatejera. 🌞

Un paseo por el campo de Navatejera en verano es como una caricia que te hace sentir vivo. Es un lienzo vibrante, pintado de intensos y brillantes colores que despiertan el alma: el dorado del sol que se derrama al atardecer sobre los campos de cereales, el azul profundo del cielo al mediodía, los colores vibrantes de las plantas que bailan al compás del viento…

Cada fragancia, cada roce de calor, constituye una invitación a visitar el campo, a sumergir los pies en la hierba fresca del prado bajo la sombra de un árbol, a cerrar los ojos y permitir que el mundo se desplace a través de los sentidos: a percibir el aroma de las plantas, el canto de los pájaros, ese coro incesante que vibra en el aire, libre y salvaje, a respirar el aire puro y fresco de la montaña… 

Respira hondo, deja que esos olores y otros muchos se aferren en el ahora, deja que te recuerden, que tu corazón aún palpita, que este instante es tuyo y de nadie más.

Flores silvestres. Navatejera, verano 2025.

 
El campo de Navatejera en verano, tiene un perfume que no se olvida tan fácilmente, una fragancia que se cuela en lo más profundo de la memoria y allí se queda aguardando como un tesoro para cuando los días se tornen fríos y oscuros. Ese aroma de los pinos, mezclado con la fragancia del tomillo y el romero, es un recordatorio de que la vida del campo, en su esencia, es fluir, es cambio constante.

El calor del verano no es solo una sensación, es un compañero que se posa sobre los hombros como una manta ligera de algodón, te envuelve y te ralentiza, a veces pesa algo, sí, pero también enseña. Ese calor te pide pausa, te susurra, que no corras, que descanses, que refresques tu garganta con el agua clara de la fuente, que mires el cielo, tan azul que parece infinito, tan vasto que disuelve las preocupaciones en su inmensidad. Mira las flores silvestres que se alzan valientes bajo el sol abrasador, como si dijeran: “aquí estamos, brillando a pesar de todo”. Ese calor, esa luz, son un espejo de nuestra propia resiliencia. Cuando sientas que el invierno te enfría el alma, recuerda ese calor, esa chispa que llevas dentro, y deja que te abrigue.

La fuente de agua clara.

Estas pequeñas cosas, tan simples, pero profundas, son un refugio donde las preocupaciones se diluyen y solo queda la certeza de que estás vivo, respirando, sintiendo… Prueba a dar un paseo por el campo en verano, nada pierdes, pero todo cambia si dejas que resuenen en lo más profundo de tu ser. Así que vive esta hermosa estación con los ojos bien abiertos y el corazón dispuesto para sentirlo todo. Deja que el azul del cielo te envuelva, que los colores de las plantas te fascinen, que los olores te llenen. Toca la corteza rugosa de un pino centenario, siente su historia bajo tus dedos, y cuando el frío llegue, cuando los días se acorten, recuerda esos paseos de verano.

La centenera, bajo la inmensidad de un cielo azul celeste. Navatejera, verano 2025.

¡A cantar en nuestra Fiesta Patronal, que Navatejera florece también con versos! 🎤 🎶


¡Ay Navatejera mía!…


Navatejera en flor 🌹




(CORO) 🎶  

¡Ay Navatejera mía,
rincón del alma leonesa!
Donde el sol besa la piedra
y el aire huele a nobleza.
¡Bailaz, mozos, que la tierra
se alegra con la promesa!

(SOLISTA) 🎤

En mi calle hay alegría,
en tus balcones, canciones,
y en cada paso del pueblo
resuenan viejos timones.

Tu campana no da horas,
da recuerdos y aguardiente,
y en la plaza, cuando bailas,
hasta el viento va de frente.

(CORO) 🎶

¡Ay Navatejera mía,
orgullo de los leones!
Donde el vino se comparte
y se encienden los corazones.
¡tocad gaitas y tambor,
que despierten los rincones!

(SOLISTA) 🎤

Las mozas llevan pañuelo,
los mozos, buen corazón,
y en la misa y en la jota
se vive con devoción.

Que no hay pueblo más valiente,
más florido ni sincero,
¡que viva Navatejera,
mi tesoro verdadero!

 (CORO Y SOLISTA) 🎶🎤

¡Ay Navatejera hermosa,
bandera del alma mía!
Que sí me alejo algún día,
¡que el alma se me partía!
¡Por ti bailo y por ti canto,
con jota, con alegría! 💃 🕺

¡Y que viva la fiesta! 🥁 🎷 😂

"¡Buen pan hay!, ¡buen pan hay!"...


👇🎶
Pas— pa- llás, pas— pa- llás…

Un paseo por el campo de Navatejera en julio para ver animales es casi como un recorrido a ciegas. Con el oído percibimos la presencia de las aves, los anfibios y los insectos, pero todos ellos, y no digamos los conejos y las liebres, tienen una frustrante resistencia a dejarse ver, y eso es precisamente lo que sucede durante los primeros días de julio, vemos el paisaje y escuchamos la actividad de la fauna, pero nada más.

Los campos de centeno y trigo, el monte de hayas y robles, y los pinos centenarios, suenan al caer de una tarde de verano. En el suelo, entre los tallos espigados del cereal, entre las gramíneas, no se ve a nadie, pero por ahí ajea alguna perdiz, rebullen los grillos, las abejas y los saltamontes. En las copas de los árboles, ahora frondosos, cantan invisibles abubillas, trigueros y currucas, entre otra gente emplumada.

Hacia poniente, la luz de la tarde es rojiza y cálida, tanto que los pinos parecen teñidos de rojo y las nubes, a contraluz, parecen tintadas. Pero si giramos la vista hacia el este, los colores del cielo son azules, fríos; como fría es la luz de la luna que asoma tras las montañas. Sin embargo, a medida que se apaga la luz, el paisaje sonoro recibe un nuevo impulso. Un cuco señala que es la hora del cambio de guardia, justo cuando los mochuelos llaman desde lo más profundo del pinar y los grillos redoblan sus esfuerzos por hacerse oír.

Entretanto, ocultas entre las hierbas altas de los regatos y en las centeneras, tanto a la luz caliente del sol de la tarde como bajo el halo de la luna, las codornices, las poquísimas que aún llegan para anidar en estas tierras, anuncian la buena cosecha de este año con su triple nota melódica— ¡buen pan hay!, ¡buen pan hay!, parecen querer decir—. Aquí y allá, indiferentes a los insecticidas que exterminan su comida o las máquinas cosechadoras que en unos días les segarán su mundo oculto. Las codornices cantan desde el centeno, “¡buen pan hay!” … 


“¡Buen pan hay!, ¡buen pan hay!” …

👇🎶
 La hora del cambio 

El cuco señala la hora del cambio de guardia.
  

El "¡balcón rebelde!". 1º Parte 🌸


“¡El balcón rebelde!”. 1º Parte

En la calle Gerardo Diego, al doblar la esquina,
vive un balcón que parece una selva vecina.
No hay leones, ni monos, ni un loro gritón,
pero sí, mil flores con jeta de campeón.

Las surfinias, chillonas, se asoman al mundo,
como si fueran reinas de un reino rotundo.
“¡Eh tú, peatón! ¡Mira qué melena!
Más que flores, parecemos la escena de una novela.”

El vecino de abajo, ya no ve la tele,
las flores le tapan hasta los papeles.
Y el del segundo, murmurando: “¡Qué horterada!”
Mientras envidia en secreto la jungla colgada.

Dicen que en verano hay tráfico lento,
la gente se para, ¡selfis al momento!
Hasta un gato intentó, cuál audaz trapecista,
subirse al balcón… y ahora es florista.

Y aunque el presidente de la comunidad
propuso podarlas por pura maldad,
las flores firmaron con gran indignación:
“¡Ni tijeras, ni poda, ni una hoja al montón!”

Así vive el balcón, con orgullo y descaro,
más florido que un desfile en pleno carnaval raro.
Y si alguna vez pasas por esa fachada,
¡no mires arriba… o acabarás enamorada!



El "balcón rebelde". 2º Parte. "¡Mira mi balcón!" 🌸

Un poema con tono satírico que se burla —con cariño— de esas exageraciones florales que parecen competir por el primer premio en el campeonato mundial de “¡Mira mi balcón!”


“¡El balcón rebelde!”,
 2º Parte. “¡Mira mi balcón!”

En la república libre de Balconópolis,
una dictadura floral ha tomado el control.
Las surfinias gobiernan con mano de helecho,
y ningún geranio se atreve a decir “¡pecho!”

La barandilla, antes libre y decente,
hoy es rehén de un vegetal insurgente.
Ni el cartero se atreve a asomarse a entregar:
“¡Lo siento, señor, el buzón ha florecido sin avisar!”

Allí no se cuelga la ropa al sol,
ni sabanas blancas ni calzoncillos de alcohol.
Solo cascadas de flores en tonos fucsia,
invadiendo el barrio como una causa injusta.

Los vecinos murmuran, algo inquietados:
“Esto ya no es un balcón… ¡Es un prado elevado!”
Y en las juntas vecinales, se habla en secreto
de lanzar pesticidas desde algún parapeto.

Pero el dueño —Don Manuel, sin más,
es un activista botánico de armas tomar.
“No me toquen ni un pétalo —grita feroz-
¡O declaro la guerra con abono atroz!”

Y así cada año, sin freno ni filtro,
el balcón se convierte en un bosque en conflicto.
Una sátira viva, colorida y salvaje,
que desafía al orden… ¡Y al tráfico en su calle!

¡Y que viva la alegría con pétalos y risas! 🌸😂 “¡Ja, ja, ja!”

Jota dedicada a las surfinias de mi balcón. 🎶 🎤

 Inspirada en este glorioso balcón de surfinias que podría ganarse hasta un aplauso en las fiestas patronales de Navatejera:

Surfinias en mi balcón.

(Estribillo)
¡Ay, qué balcón, que alegría, 
qué jardín tan rebonito!
surfinia que se asoma
ya le guiña al infinito.
¡Ay, qué balcón, qué primor,
Navatejera en flor! 🌹

En la calle que da al viento,
vive un balcón presumido,
que al pasar hasta los coches
se paran medio rendidos.

Hay quien dice que esas flores
no son de este mismo suelo,
que una hada de los tiestos
las plantó bajando el cielo.

(Estribillo)
¡Ay, qué balcón, qué alegría,
qué jardín tan bonito!
surfinia que se asoma
ya le guiña al infinito.
¡Ay, qué balcón, qué primor,
Navatejera en flor🌹

Una vecina lo jura:
“¡Eso es magia, no geranio!”
y el del segundo lo confirma:
“¡Yo soñé con ese ramo!”

Manuel riega cada día,
con regadera y encanto,
y hasta las flores le cantan
cuando pasa canturreando.

(Estribillo final)
¡Ay, qué balcón, qué alegría,
qué rincón tan bendecido!
Ni en los patios de Granada
hay color tan bien nacido.
¡Ay, qué balcón, qué primor,
Navatejera en flor! 🌹

¡Ole y ole, que esto ya huele a verbena! 🎷 🥁 💃🕺

¡Y que viva la alegría con pétalos y risas! 🌸😂, “¡Ja, ja, ja!”




"El Balcón rebelde", 3º Parte. 🌸 "¡Magia, versos y humor!".


Coplillas inspiradas en esa belleza urbana, silenciosa y viva de un balcón lleno de magia, versos y humor.


3º Parte del “Balcón Rebelde”. “¡Magia, versos y Humor!”

—A ritmo de palmas y sonrisas— 👏😂

En el barrio abajo de Navatejera,
donde el sol calienta entero,
hay un balcón con surfinias
que da sombra al panadero.

Dicen que al pasar la gente
no miran al cielo, ni al suelo,
todos se quedan parados
mirando el florido anhelo.

Las vecinas se arremolinan
Y preguntan con picardía:
Manuel, “¿riegas con agua bendita
o te ayuda alguna santa escondida?”

Y Manuel las dice entre risas:
“¡Con amor y con paciencia!
Y un chorro de buen humor,
que eso cura hasta las malezas.”

Una niña al verlas dice:
“¡Mamá, qué rosa tan viva!”
Y su madre le responde:
“Esas flores dan saliva.”

Hay quien jura en voz bajita
al cerrar la contraventana:
“si esas flores siguen así,
yo riego hasta la campana”

Y la guardia municipal
tuvo que hacer una nota:
“prohibido mirar arriba,
que se forma pelotera en la rotonda.”

Pero Manuel sigue regando,
con cariño y buen humor,
Que su balcón ya es leyenda…
¡En Google Maps y en color!
           

Navatejera: un pueblo con alma y campanario

 

Iglesia Parroquial San Miguel Arcángel

Desde lo alto, Navatejera se extiende como un pequeño mosaico de tejados rojizos y calles tranquilas que serpentean entre casas de ladrillos y recuerdos. No es un pueblo de monumentos, se nota que no hubo aquí más señorío que el eclesiástico y algún lugareño enriquecido, pero si hay un símbolo que destaca sobre todos, esa es la iglesia en el centro del pueblo con su torre erguida como faro de identidad y testigo silencioso del paso del tiempo.

La iglesia Parroquial San Miguel Arcángel, con su sobria elegancia de piedra del Torío y ladrillo macizo, no solamente marca el centro geográfico de Navatejera, sino también el corazón emocional de quienes aquí vivimos o hemos vivido. A su alrededor se arremolinan muchos recuerdos, las fiestas del pueblo: San Miguel Arcángel, patrón de Navatejera, Los Altares con la procesión de niños y niñas, las bodas, los bautizos, los entierros, los juegos de la infancia, los toque de campanas que aún hoy marcan el ritmo de la vida cotidiana…

Navatejera es más que un lugar en el mapa. Es un rincón con historia, con montañas al norte y futuro por delante. Un pueblo que, aunque ha crecido mucho en los últimos años, sigue conservando ese encanto de lo cercano, lo cotidiano y lo verdadero. 

Si quieres conocer más a fondo el pueblo y su historia, en este enlace:https://navatejeramipueblo.blogspot.com/2023/08/navatejera-historia-costumbres-y.html

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Navatejera: donde la torre manda

Iglesia Parroquial San Miguel Arcángel de Navatejera. 

Si alguien se pierde por León y pegunta por Navatejera, lo normal es que le respondan: “¿Eso no está pegado a la capital?”. ¡Pues sí, pero con mucho orgullo! Somos como ese primo que vive justo al lado, pero tiene más carácter. Y hablando de carácter, aquí el que manda es uno: la torre de la iglesia.

Allí está, plantada en el centro del pueblo, vigilante como un abuelo en la ventana, viendo pasar generaciones, perros callejeros, y algún coche que aún se atreve a ir a más de 30. Esa torre que ves, es más que piedras y campanas: es nuestra torre Eiffel en versión leonesa.

Navatejera es un sitio tranquilo. Tan tranquilo que las palomas llevan viviendo aquí desde siempre sin pagar alquiler. Las calles tienen memoria, las esquinas chismean, y siempre hay alguien que te saluda, aunque no sepas quién eres. Costumbres del pueblo.

Y aunque somos uno de los pueblos de España que más ha crecido (urbanísticamente, se entiende), seguimos teniendo esa esencia de pueblo donde casi todos se conocen… o al menos lo intentan. Aquí el tiempo no corre, se lo toma con calma, como en las sobremesas. 

En resumen: si buscas campanarios con estilo, vecinos con historia, y un lugar donde hasta el viento parece conocerte, ven a Navatejera. ¡Eso sí, cuidado con la torre, que lo ve todo!





La Gallocresta en verano, (hierba de ciego)

Gallocresta de flor blanca y casco rosa en plena floración. Navatejera, junio 2025.

 La Gallocresta, también conocida como “hierba de ciego”, es una planta que puede alcanzar fácilmente los sesenta centímetros de altura. En Navatejera crece en las márgenes de caminos y cunetas, en herbazales, antiguos pastizales, tierras de labor abandonadas, yermos secos y en claros del monte, entre robles y encinas.

Esta planta se caracteriza por sus hojas dentadas, ligeramente peludas y de color verde oscuro. Florece a finales de abril, y su momento álgido se da en las dos últimas semanas de mayo con flores grandes y vistosas, luego va disminuyendo en intensidad durante el verano. Lo más llamativo de su inflorescencia es la corola bilabiada, o sea, partida en forma de dos labios y con hojas cuyas dos caras son de colores diferentes.

La Gallocresta junto con otras plantas en el Camino La Vallina de Navatejera. Junio 2025.

Las flores de esta planta pueden variar entre tonos blancos con casco rosa, rosáceos, azules, lilas o violetas. En el campo de Navatejera es habitual encontrar ejemplares con flores completamente amarillas, pero lo más habitual son blancas con el casco rosa.

La Gallocresta de flor amarilla en plena floración. Navatejera, mayo 2025.

Lo especialmente atractivo de esta planta es la geometría piramidal de la flor con su corola blanca con el casco rosa o completamente amarilla. El fruto son unas pequeñas cápsulas que se abren para liberar las pequeñas semillas de color pardo-claras casi rosadas.

Las propiedades medicinales de esta planta son múltiples: se utiliza para la extracción de perfumes, para aliviar la irritación de garganta, puede ayudar a aliviar picaduras de insectos y a reducir el azúcar en sangre. También tiene propiedades antisépticas y antiinflamatorias.

La Gallocresta es una planta muy resistente a la sequía. Se puede utilizar como planta ornamental debido a su floración llamativa. En el campo se eleva en un tallo simple, sin ramificar, con las hojas opuestas.

La Gallocresta puede alcanzar fácilmente los sesenta centímetros de altura.


En primavera, la Gallocresta de flor blanca y casco rosa colorea prados secos, tierras de labor abandonadas y caminos con sus bellísimas flores grandes y vistosas. Navatejera, junio 2025.

La variedad más habitual de Gallocresta que se da en el campo de Navatejera tiene la flor mayoritariamente blanca con el casco rosa intenso. Su apelativo “gallocresta” proviene de la forma de sus flores que recuerda la cresta del gallo.

En el campo de Navatejera, la Gallocresta y otras plantas podrían estar en expansión a raíz de la desaparición de los rebaños de ovejas que antaño pastaban estas tierras y del abandono paulatino de tierras de labor, condicionando de esta manera un radical cambio en el paisaje tradicional. Una naturaleza floreciente que comienza a reclamar lo que en su día le fue arrebatado para la obtención de terrenos agrícolas y pastizales. 

Lavándula, el tomillo de campo en primavera.

Lavándula, “el tomillo”. Navatejera, mayo 2025.

Lavándula es otra de las plantas que cada primavera tiñe el campo de Navatejera de un color morado bellísimo, al tiempo que desprende un olor que no se encuentra tan fácilmente en otros lugares, especialmente después de recibir unas gotas de agua de lluvia.

Lavándula, llamada comúnmente “tomillo” es un arbusto ramoso, muy aromático, sin embargo, está mal considerado, pues es indicativo de suelos pobres, poco productivos. Las flores de lavándula están apiñadas en forma cilíndrica de color púrpura rematada por un penacho color púrpura rosáceo que realza de forma espectacular el campo en primavera.

Lavándula en plena floración. Navatejera, junio 2025.

La flor de lavándula en forma cilíndrica es de color púrpura azulado, el penacho es de color púrpura rosáceo y el tallo morado en espiga.

Como nota curiosa, el penacho color púrpura rosáceo sirve para atraer a los insectos polinizadores. ¿Qué cosas más ingeniosas crean las plantas para reproducirse? ¿Verdad? Un manjar la miel de tomillo. Las propiedades de la miel de tomillo son infinitas: tiene poder digestivo, antiséptico, antibacteriano y tonificante, ayuda a disminuir la acidez de estómago y problemas procedentes de malas digestiones como gases, etc. Es muy indicada por su poder tonificante, ya que aporta una dosis de energía extra para combatir los síntomas de fatiga o cansancio… Es de aspecto visual muy claro, de un color dorado pajizo y de sabor intenso. 
En la antigua Grecia, la miel de tomillo estaba asociada con la fuerza y la valentía, por lo que se consideraba un regalo para los soldados.


Lavándula, una de las plantas más representativas del campo de Navatejera. Mayo 2025

La floración de lavándula comienza a principios de primavera en abril y su momento más álgido se da en el mes de mayo, luego empieza a bajar de intensidad hasta bien entrado el verano. Crece en terrenos baldíos, bordes de caminos y en espacios abiertos del monte entre robles y escobas. 

Lavándula forma una mata muy ramificada que puede alcanzar los ochenta centímetros de altura. Las flores, con el tallo morado en espiga, están dispuestas en forma cilíndrica y apiñadas unas con otras, cambiando de un color púrpura (rojo-violáceo) a un púrpura azulado, dependiendo de la intensidad de la luz y de otros factores como temperatura ambiente, época, etc. Los frutos de esta planta son pequeñas bolitas negras, como las pepitas de los kiwis. Toda la planta despide un agradable y penetrante olor alcanforado.

Lavándula principios de junio. Navatejera 2025

Mata de lavándula. Navatejera, principios de junio 2025

Lavándula entre matas de robles y encinas. Navatejera, mayo 2025.


Ladera repleta de “tomillos”. Navatejera, junio 2025.

Si alguna vez te encuentras con el “tomillo” en el campo, no dejes de recordar sus múltiples propiedades, aunque esté mal considerado por algunos.